martes, 19 de junio de 2007

Este año sí

Dentro de una semana cumplo 30 años, la gente más joven me pregunta que si ya siento la crisis, los que ya pasaron por ahí, conocen mi respuesta y más bien aseguran lo que yo presiento: las cosas se ponen mejores después de los 30. Por eso y por primera vez habrá francachela y habrá comilona para celebrar que llegué hasta aquí contra todas las probabilidades, esto lo entenderán quienes me conocen de los tiempos en que Andrés Caicedo era una revelación y yo estaba convencida de que la vida, si seguía por donde iba, no debía durar más de 25 años.

Por eso el primer regalo que pediría sería poder hablar conmigo cuando tenía 20, poderle decir a esa muchachita paralizada por el miedo a la vida, que las cosas ciertamente mejorarán y que lo harán a su debido tiempo, más temprano que tarde, de la mano de una brisa suave que sin más escándalos descubre todos los velos. Que finalmente la vida se convierte en una aventura apasionante por la conquista de nosotros mismos, casi siempre a través de el maravilloso encuentro con el otro. Pero ese deseo no me lo puede cumplir la vida, tal vez llena de razón pues seguramente esa niña no me creería, y como me saliera con una de esas cosas con las que yo solía salir, la mataría.

Pero ya entrados en gastos, qué importa seguir pidiendo, la ocasión lo amerita, son 30, y hay cosas que se vale seguir deseando aunque no sea posible obtenerlas, casi siempre porque dependen de la buena suerte o de la buena voluntad de alguien más a quien no tenemos el derecho y el sentido de obligar.

Sin embargo, si pudiera elegir, este año sí que hubiera alguien que cada noche me hiciera cosquillas en la cabeza antes de dormir, y una vez cada tanto, acariciaría mi espalda. Pediría también ir a cine con mi sobrino, tener parejo que se le mida a aprender a bailar tango conmigo y una semana recorriendo las calles y los café de Bogotá con mi mejor amiga. Haber tenido un hermano menor que no se casara a los 21, la posibilidad de una noche de fiesta con el mayor. La séptima parte de Harry Potter, un buen trabajo, una gran sorpresa a la vuelta de la esquina, unas pequeñas vacaciones cada año. Encontrarme con mis amigas de viaje en algún lugar perdido del mundo, todas al mismo tiempo y sentir que estos años no han pasado. Un concierto de Héroes del Silencio, una noche de San Juan y un beso en Venecia. Que la plastilina se pudiera comer, que Luis Pérez no fuera el próximo alcalde y que como dice la canción “no me acordase del terror que te di”.

Quiero que la vida no dure más de lo que debiera y que antes de que se acabe, todos a quienes amo, sepan cuánto los he amado. Quiero que ese amor que parece imposible encuentre el camino y las razones para llegar hasta aquí. Parezco muy pretenciosa pero es que es mentira que con los años se pierdan la audacia o la capacidad de ajustarse, aprender y transformarse, por eso yo sé que puedo pedir que el mundo, aunque sea el mío, el más pequeño, tenga ganas de cambiar por fin.