martes, 28 de febrero de 2012

Mi hermano es un super héroe



Mi único hermano, el mayor de nosotros dos, no es un tipo de discursos, excepto por algunas consignas filosóficas de entrenador de fútbol —irrepetibles por demás— se podría decir que carece completamente de él. Nunca le he escuchado decir que quiere salvar el mundo, de hecho, si alguien le pregunta dirá que sólo quiere ganar plata para mantener bien a su familia, sin embargo, estudió para ser profe de educación física, y a sus 37 años yo creo que es, sobre todo, un maestro. Me explico: con eso de querer plata dejó el equipo de la B del Medellín para dedicarse a buscar un trabajo bien pago que le alcanzara para comprase una moto grande y algún día una casa y un carro, así que terminó de entrenador de fútbol en un colegio de niños ricos. A mí nunca se me hubiera ocurrido algo así, a casi nadie que yo conozca, pero parado desde ese lugar aparentemente tan superficial, mi hermano hace más por el mundo que la mayoría, se supone que yo tengo más discurso, tengo un ser político desarrollado, leo mucho y todas esas cosas que él no hace, pero cuando voy a ver, mi hermano me lleva años en eso de realmente hacer algo por este mundo: educa seres humanos, y desde su intuición y su saber específico lo hace siempre para bien.

Él, por ejemplo, dice (y yo creo que de verdad lo cree) que uno compite para ganar, nada de eso de que lo importante es participar, pero luego me cuenta que estuvo conversando con una niña de 10 años que es grande para su edad (y seguro, y por lo mismo, un poco torpe) para convencerla de que entre al equipo de basquetbol de su curso, ella acepta y en menos de un año ya no le faltan amigos porque con la ventaja de su talla y un buen entrenamiento de sus habilidades, hace ganar a su equipo, que es lo que él dice que buscaba, pero ojo, lo suyo no es falsa modestia, simplemente, para él, la concepción del deporte como un eje de desarrollo humano es tan obvia que lo que hay que explicar es lo de el vicio de ganar.

Un día, el hijo del rector del colegio estrato 7 donde trabajaba estaba en el descanso corriendo por encima de las jardineras, pisoteando las plantas, mi hermano le pide que se baje de ahí, y el niño le responde: ¿es que usted no sabe quién es mi papá? Mi hermano le contesta: ¿y es que usted no sabe quién es el mío?, cuando nos lo cuenta en casa todos nos largamos a reír, el niño quedó tan desconcertado que dejó de hacer lo que estaba haciendo… el sentido del humor es una característica del amor, sé que mi hermano ama como pocos lo que hace, y lo hace cuidando cada cosa que dice en frente de sus alumnos, de las personas que de alguna manera tiene a su cargo; teniendo en cuenta que la mayoría de estos jóvenes con que trabaja lo único que tienen es plata, hace una labor de incalculable valor, hay padres de adolescentes que cuando ya no saben qué hacer “amenazan” a sus hijos con contarle al entrenador Cárdenas, porque muchas veces ha sido lo único que funciona, porque mi hermano sabe que pocas cosas son tan importantes para el ser humano como la contención, mi hermano es tan grande que es capaz de contener a todos sus alumnos.

Mi hermano tiene dos hijos, como padre joven, le conocí un par de errores que cometió cuando el mayor de ellos estaba pequeño (si es que a eso se le pueden llamar errores, a comparación de lo que se ve en el mundo) y seguramente no será perfecto ni mucho menos (ya se encargarán mis sobrinos de dejarlo bien claro) pero es un padre que ya quisieran haber tenido muchos, mis sobrinos lo consideran uno de sus mejores amigos, y eso que varias veces que se enojan con él, por un descuerdo de esos fundamentales entre padres e hijos que termina con el retoño castigado, les recuerda (y ahí si tiene discurso) que él no está para ser su amigo, que tienen permiso de odiarlo cuanto quieran, que él está para ser papá y ayudarlos a ser buenas personas —y por lo tanto personas felices— y que de eso hablarán dentro de 20 años (literal, me ha tocado escucharlo), y yo lo admiro porque eso requiere valentía, o por lo menos a mí me lo parece, que soy la tía chévere que solo quiere que la quieran. También porque es un padre razonable, amoroso, con criterio y autoridad moral suficientes.

Mi hermano fue mi mejor amigo mucho tiempo (y por eso desde siempre he valorado inmensamente la amistad masculina) y es uno de mis superhéroes favoritos, es casi todo lo que dice Pala, desde “un papá que regala condones”, hasta una “chispa de humanidad”, un hombre que, ahí donde lo ven, le ha cambiado por completo la vida a más de uno, un ser humano fácil que confía en la vida, que por las noches se duerme tan rápido como quien no tiene de qué arrepentirse, que cree que la felicidad está en las cosas básicas, que se ubica en el presente casi tan bien como un maestro zen, un bonachón que enternece con su ingenuidad y su falta de malicia, que ha sido capaz, así, con su aparente precariedad, de hacer feliz durante 17 años a la mujer que ama, en el acto simple de elegirla una y otra vez (incluso a pesar de ella misma) como tan pocos hombres tienen huevos para hacer… después de eso no me queda mucho más qué decir, o si no, que lo digan mis amigas.