Cada vez se hace más difícil decir algo en este mundo que está patas arriba, un amigo cómico dice que tenemos que estar muy mal para tener puestas las esperanzas en un presidente de los Estados Unidos, yo me río porque parece un chiste, como todo lo que los buenos cómicos de este país dicen, como cuando vi a Shakira en el noticiero el día de la posesión del presidente en cuestión, hablando de la buena relación que le ha dejado cantar un par de veces para su campaña y rematar diciendo que va a hacer todo lo posible para hablar con él sobre Colombia y en especial a favor del TLC. No sabe uno qué hacer con eso, ella lo dice sonriente y lo peor es que parece sincera, de verdad cree que está haciendo un bien, eso espero, lo otro sería aun peor, mejor el absurdo de que todo el mundo que ha visto no el basta para saber de qué carajos está hablando, sin embargo, más nos valdría que se quedara callada y que, Dios no lo quiera, Obama tuviera mejores y más reguetoneros temas para tratar con ella que no sea hablar de economía.
Pero el noticiero puede con todos y más absurdos, unos días antes de eso la Ley de Víctimas pasó sin pena ni gloria por el Congreso. Eso le regatearon hasta más no poder a la pobre y nadie se enteró, nada más por allá un día en la Cosa política, (que es otra sección de farándula parecida a la donde Shakira sale hablando de su agenda política) mostraron al presidente, al nuestro, diciendo que ni de vainas iba a permitir que a los agentes de las fuerzas armadas del Estado se les tratara en igualdad de condiciones que a los demás victimarios, porque es que pobrecitos, así les iba dar miedo ir tras los delincuentes, entonces resulta que los crímenes del Estado vienen siendo no solo, no condenados, sino privilegiados por la ley, hágame el favor, 30 segundos hablando y después, uno apenas acabando de pasar por la estupefacción que produce el desparpajo conque es capaz este personaje de decirlo, y está Vicky Dávila muy sonriente e histriónica, riéndose de algún chiste malo que hizo un congresista por ahí en cualquier entrevista.
Uno se tiene que aguantar eso, aquí, en la desprotección al otro lado del televisor, sin más nada qué decir, porque pa’ qué, entonces mejor se va a dormir haciendo de tripas corazón, tratando de conciliar el sueño con un libro que habla del viaje imposible de un elefante, para quedarse dormido soñando que, como en ese libro, el absurdo decide pasarse a nuestro bando y tragarse las guerras como en la vida real se traga las buenas voluntades. Después, tener una pesadilla llena de malos presentimientos y al amanecer despertarse con la noticia de que uno de esos periodistas que lleva toda la vida buscando la verdad detrás de esta guerra, está más o menos desaparecido en la selva. Lo que faltaba, uno de los pocos guerreros que nos quedan, uno de la paz y la justicia, que se la pasa gritando verdades espantosas a voz en cuello, desolado y cansado como una chicharra que nadie escucha, vine a meterse en la boca del lobo como si no supiera lo que le va a pasar, más que por valiente, porque ese delirio de gritar creyendo que nadie lo escucha lo hace perder la proporción de las cosas: no vale la pena, no hay nada que haya hecho Hollman Morris que valga la pena ponerse en riesgo, porque quienes siempre escuchamos su queja, vivimos bien con la contradicción de saber que lo que hace es imprescindible, pero que nada, y menos este país de locos, se merece el sacrificio de su vida, mejor toda la ignorancia que el dolor de ver que lo perdemos en manos de quien, al contrario de él mismo, sabe cuánto nos hace falta.
Pero el noticiero puede con todos y más absurdos, unos días antes de eso la Ley de Víctimas pasó sin pena ni gloria por el Congreso. Eso le regatearon hasta más no poder a la pobre y nadie se enteró, nada más por allá un día en la Cosa política, (que es otra sección de farándula parecida a la donde Shakira sale hablando de su agenda política) mostraron al presidente, al nuestro, diciendo que ni de vainas iba a permitir que a los agentes de las fuerzas armadas del Estado se les tratara en igualdad de condiciones que a los demás victimarios, porque es que pobrecitos, así les iba dar miedo ir tras los delincuentes, entonces resulta que los crímenes del Estado vienen siendo no solo, no condenados, sino privilegiados por la ley, hágame el favor, 30 segundos hablando y después, uno apenas acabando de pasar por la estupefacción que produce el desparpajo conque es capaz este personaje de decirlo, y está Vicky Dávila muy sonriente e histriónica, riéndose de algún chiste malo que hizo un congresista por ahí en cualquier entrevista.
Uno se tiene que aguantar eso, aquí, en la desprotección al otro lado del televisor, sin más nada qué decir, porque pa’ qué, entonces mejor se va a dormir haciendo de tripas corazón, tratando de conciliar el sueño con un libro que habla del viaje imposible de un elefante, para quedarse dormido soñando que, como en ese libro, el absurdo decide pasarse a nuestro bando y tragarse las guerras como en la vida real se traga las buenas voluntades. Después, tener una pesadilla llena de malos presentimientos y al amanecer despertarse con la noticia de que uno de esos periodistas que lleva toda la vida buscando la verdad detrás de esta guerra, está más o menos desaparecido en la selva. Lo que faltaba, uno de los pocos guerreros que nos quedan, uno de la paz y la justicia, que se la pasa gritando verdades espantosas a voz en cuello, desolado y cansado como una chicharra que nadie escucha, vine a meterse en la boca del lobo como si no supiera lo que le va a pasar, más que por valiente, porque ese delirio de gritar creyendo que nadie lo escucha lo hace perder la proporción de las cosas: no vale la pena, no hay nada que haya hecho Hollman Morris que valga la pena ponerse en riesgo, porque quienes siempre escuchamos su queja, vivimos bien con la contradicción de saber que lo que hace es imprescindible, pero que nada, y menos este país de locos, se merece el sacrificio de su vida, mejor toda la ignorancia que el dolor de ver que lo perdemos en manos de quien, al contrario de él mismo, sabe cuánto nos hace falta.
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