TERRITORIALIDADES
Hace un par de semanas estuve en Bogotá y allí, en una noche de frío, entendí la razón por la que me he metido en más de un lío emocional, que por lo general me han costado carísimo, mucha pérdida y mucho dolor antes de entender que esto de la división entre países en la cual hemos decidido construir nuestro mundo no es gratis, somos una especie territorial.
Alguien me explicó, como se le explica a un niño la división política del continente americano, que las relaciones que uno construye tienen el principio de territorialidad, por ejemplo, la mejor amiga de mi mejor amiga del trabajo no es mi amiga, es la amiga de mi amiga, algo que al parecer es obvio y todo el mundo entiende, menos yo. Entiendo que el novio de mi amiga no es mi novio, o mejor, entiendo que no es provechoso que lo sea, pero que el amigo “original” de mi amiga no pueda ser amigo mío, y que yo no pueda “heredar” amigos es algo que me hace perder, cuando me lo explicaron me sentí como en un tobogán cayendo inevitablemente en la piscina del desengaño, llevo 28 años malinterpretando las relaciones, y por eso es que la mitad de las veces termino siendo la bruja de la historia.
Hace rato comprendí que es sumamente imprudente hacerse amigo del exnovio de una amiga, pero saber que los amigos de mis amigos no pueden ser mis amigos es algo que me deja prácticamente sin amigos. Es triste, además porque entiendo que si funciona así con nosotros, con nuestro pequeño mundo, cómo esperar que no funcione así con nuestro territorio físico, con razón los gringos están de pelo parado con los latinos, lo mismo que los españoles, pobrecitos que también tienen que lidiar con los africanos, y los franceses con los árabes, y yo toda romántica pensando que la Unión Europea era una realidad que apoyaba mi teoría de la expansión del círculo vital, de la posesión y el territorio, de las fronteras y los límites, pero si tenemos que tener cuidado de pasar sin permiso el territorio de amigos de los amigos, qué diremos del asunto de las visas y permisos de trabajo para extranjeros, si mi amigo es un país al que tengo que acceder teniendo en cuenta que no puedo apropiármelo, qué le vamos a pedir a Estados Unidos.
Yo sé que suena a exageración, pero estoy segura de que no lo es, y esa es la razón por la que me es tan difícil abordar el tema, que por fin en Bogotá, con esa conversación comprendí que no era una cuestión circunstancial, que los tropiezos y tiestazos a la hora de cruzar los cables emocionales, no son una excepción sino la regla y teniendo en cuenta mi despiste, mi ignorancia al respecto, he salido bien librada. Me doy cuenta de todas las disculpas que tendría que dar por aprovechada, porque nadie sabe la cantidad de veces que me he gozado la compañía de el amigo de un amiga, con esta tendencia de revolverlo todo, con las ganas de hacer del mundo una fiesta done cabemos todos y con el lema de mejor que quede en familia; me enamoro continuamente de los hermanos de mis amigas, me dejo adoptar de sus padres y madres, me he atrevido a echarle un piropo a sus novios y después tengo el descaro de sorprenderme porque me dejan de hablar.
Pero con las ganas de disculparme también me siento muy agradecida de tener un par de amigos que me han aceptado con semejante desatino para manejar el protocolo, amigos que comparten conmigo todo, incluyendo a las personas que aman, ahora comprendo mejor su generosidad y paciencia, su bondad, y compasión al permitirme tanta imprudencia, y así hacer de mí alguien con la misma capacidad de amar.
No quiero ser malinterpretada, no juzgo aquí, entiendo las razones por las que la gente decidió establecer las normas en que debemos movernos, y a partir de ahora tendré muchísimo cuidado en observarlas, supongo que lo otro traería el caos, pero tampoco voy a ser hipócrita, no comparto esta visión, no creo que ese orden sea mejor, prefiero el caos de la libertad, yo daría lo que fuera porque mi ex novio se estuviera casando con una amiga mía, y no con una desconocida con la que apenas puedo cruzar una palabra, desearía que mi cuñada fuera ante todo mi parcera, y no la mujer que con razón me mira como si fuera un bicho raro, yo amo a los que aman y cuidan a quien amo y deseo cuidar y cuando siento celos recuerdo que son seres humanos con los que trato, mundos completos, móviles, flexibles y con un corazón tan grande como para albergar a muchos más que a mí, y que esa emoción es una de esas primarias, que están echas para protegernos cuando somos menos concientes, y esa en particular nos permite conservar nuestros afectos, si no fuéramos celosos, no tendríamos amigos del alma, no tendríamos el instinto que nos permite conservarlos, pero sólo me permito llegar hasta ahí porque la libertad es el bien por encima de todos, y yo sigo prefiriendo que mis amigos hagan el amor entre ellos y no la guerra, que para eso tenemos a Uribe.
Hace un par de semanas estuve en Bogotá y allí, en una noche de frío, entendí la razón por la que me he metido en más de un lío emocional, que por lo general me han costado carísimo, mucha pérdida y mucho dolor antes de entender que esto de la división entre países en la cual hemos decidido construir nuestro mundo no es gratis, somos una especie territorial.
Alguien me explicó, como se le explica a un niño la división política del continente americano, que las relaciones que uno construye tienen el principio de territorialidad, por ejemplo, la mejor amiga de mi mejor amiga del trabajo no es mi amiga, es la amiga de mi amiga, algo que al parecer es obvio y todo el mundo entiende, menos yo. Entiendo que el novio de mi amiga no es mi novio, o mejor, entiendo que no es provechoso que lo sea, pero que el amigo “original” de mi amiga no pueda ser amigo mío, y que yo no pueda “heredar” amigos es algo que me hace perder, cuando me lo explicaron me sentí como en un tobogán cayendo inevitablemente en la piscina del desengaño, llevo 28 años malinterpretando las relaciones, y por eso es que la mitad de las veces termino siendo la bruja de la historia.
Hace rato comprendí que es sumamente imprudente hacerse amigo del exnovio de una amiga, pero saber que los amigos de mis amigos no pueden ser mis amigos es algo que me deja prácticamente sin amigos. Es triste, además porque entiendo que si funciona así con nosotros, con nuestro pequeño mundo, cómo esperar que no funcione así con nuestro territorio físico, con razón los gringos están de pelo parado con los latinos, lo mismo que los españoles, pobrecitos que también tienen que lidiar con los africanos, y los franceses con los árabes, y yo toda romántica pensando que la Unión Europea era una realidad que apoyaba mi teoría de la expansión del círculo vital, de la posesión y el territorio, de las fronteras y los límites, pero si tenemos que tener cuidado de pasar sin permiso el territorio de amigos de los amigos, qué diremos del asunto de las visas y permisos de trabajo para extranjeros, si mi amigo es un país al que tengo que acceder teniendo en cuenta que no puedo apropiármelo, qué le vamos a pedir a Estados Unidos.
Yo sé que suena a exageración, pero estoy segura de que no lo es, y esa es la razón por la que me es tan difícil abordar el tema, que por fin en Bogotá, con esa conversación comprendí que no era una cuestión circunstancial, que los tropiezos y tiestazos a la hora de cruzar los cables emocionales, no son una excepción sino la regla y teniendo en cuenta mi despiste, mi ignorancia al respecto, he salido bien librada. Me doy cuenta de todas las disculpas que tendría que dar por aprovechada, porque nadie sabe la cantidad de veces que me he gozado la compañía de el amigo de un amiga, con esta tendencia de revolverlo todo, con las ganas de hacer del mundo una fiesta done cabemos todos y con el lema de mejor que quede en familia; me enamoro continuamente de los hermanos de mis amigas, me dejo adoptar de sus padres y madres, me he atrevido a echarle un piropo a sus novios y después tengo el descaro de sorprenderme porque me dejan de hablar.
Pero con las ganas de disculparme también me siento muy agradecida de tener un par de amigos que me han aceptado con semejante desatino para manejar el protocolo, amigos que comparten conmigo todo, incluyendo a las personas que aman, ahora comprendo mejor su generosidad y paciencia, su bondad, y compasión al permitirme tanta imprudencia, y así hacer de mí alguien con la misma capacidad de amar.
No quiero ser malinterpretada, no juzgo aquí, entiendo las razones por las que la gente decidió establecer las normas en que debemos movernos, y a partir de ahora tendré muchísimo cuidado en observarlas, supongo que lo otro traería el caos, pero tampoco voy a ser hipócrita, no comparto esta visión, no creo que ese orden sea mejor, prefiero el caos de la libertad, yo daría lo que fuera porque mi ex novio se estuviera casando con una amiga mía, y no con una desconocida con la que apenas puedo cruzar una palabra, desearía que mi cuñada fuera ante todo mi parcera, y no la mujer que con razón me mira como si fuera un bicho raro, yo amo a los que aman y cuidan a quien amo y deseo cuidar y cuando siento celos recuerdo que son seres humanos con los que trato, mundos completos, móviles, flexibles y con un corazón tan grande como para albergar a muchos más que a mí, y que esa emoción es una de esas primarias, que están echas para protegernos cuando somos menos concientes, y esa en particular nos permite conservar nuestros afectos, si no fuéramos celosos, no tendríamos amigos del alma, no tendríamos el instinto que nos permite conservarlos, pero sólo me permito llegar hasta ahí porque la libertad es el bien por encima de todos, y yo sigo prefiriendo que mis amigos hagan el amor entre ellos y no la guerra, que para eso tenemos a Uribe.
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