Hablando hace poco de Lo profano, escribí que para mí era como el lienzo para el pintor, el lugar donde libro todas mis batallas (que no son más que conmigo misma), es lo mismo que hace Saramago (guardando la enorme distancia y proporciones que me separan de ese señor) sólo que él se hecha sus discursos y cáusticas opiniones a través de la boca o pensamientos de un personaje que se supone no es real, por eso sus libros tienen títulos que contienen palabras como “ensayo” y cosas por el estilo. Así mismo, Lo profano es sólo mi verdad, pero no toda mi verdad, nada más mi verdad en un instante, que yo la tenga clara en ese instante es otra cosa… a mí me gustaría, por ejemplo, que lo que escribo se pareciera a El grito de Munch, o algún cuadro de los de Pollock y a veces a una canción de Juan Luis Guerra, me gustaría decir las cosas como las dicen Sabina y Bunbury, contar historias como las de Ángeles Mastretta, con la cadencia de Gabo y la genialidad de Cortázar y Borges… si pudiera, entre las cosas que le regalaría a la humanidad entera está eso que esta gente me ha dejado en el alma.
Porque las tristezas de este mundo loco nos agobian tanto y son tantas, saborearse un poco las palabras que lo describen ayuda. Por eso traigo aquí un trío de fábulas que no sé quién escribió, un día llegaron en un paquete que mandó alguien querido desde muy lejos (siempre he estado por preguntarle al remitente por el autor, me disculpo por no haberlo hecho, sobretodo con el autor) y que me han dejado ese sabor agridulce y encantador en la boca que Lo profano pretende, a veces sin mucho éxito. Buen provecho.
MONÓLOGO DEL BIEN
“Las cosas no son tan simples”, pensaba aquella tarde el Bien, “como creen algunos niños y la mayoría de los adultos.”
“Todos saben que en ciertas ocasiones yo me oculto detrás del Mal, como cuando te enfermas y no puedes tomar un avión y el avión se cae y no se salva ni Dios: y que a veces, por lo contrario, el Mal se esconde detrás de mí, como aquel día en el que el hipócrita Abel se hizo matar por su hermano Caín para que éste quedara mal con todo el mundo y no pudiera reponerse jamás.”
“Las cosas no son tan simples.”
EL BURRO Y LA FLAUTA
Tirada en el campo estaba desde hacía tiempo una Flauta que ya nadie tocaba, hasta que un día un Burro que pasaba por ahí resopló fuerte sobre ella haciéndola producir el sonido más dulce de su vida, es decir, de la vida del Burro y de la Flauta.
Incapaces de comprender lo que había pasado, pues la racionalidad no era su fuerte y ambos creían en la racionalidad, se separaron presurosos, avergonzados de lo mejor que el uno y el otro habían hecho durante su triste existencia.
LA FE Y LAS MONTAÑAS
Al principio la Fe movía montañas sólo cuando era absolutamente necesario, con lo que el paisaje permanecía igual a sí mismo durante milenios.
Pero cuando la Fe comenzó a propagarse y a la gente le pareció divertida la idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de sitio, y cada vez era más difícil encontrarlas en el lugar que uno las había dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba más dificultades que las que resolvía.
La buena gente prefirió entonces abandonar la Fe y ahora las montañas permanecen por lo general en su sitio.
Cuando en la carretera se produce un derrumbe bajo el cual mueren varios viajeros, es que alguien, muy lejano o inmediato, tuvo un ligerísimo atisbo de Fe.
4 comentarios:
comparto con vos esa sensación de dolor generalizada. será que la fe y las montañas se vuelven a mover algún día con mis pensamientos?
Anilla lo que más me gusta de los cuentitos es que no me los creo, y me saben bien porque me causan gracia, me parecen tiros finos, para hacernos reir. Vos por fa seguí escribiendo, afortunadamente no veo en vos a ninguno de tus maestros, yo te lo agradezco, me sonás limpia, que carajos, que no te nuble la Fe en la razón.
Claudina Helena
...breve brevedad...
si mal no recuerdo, leí el primero de Augusto Monterroso
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