…Porque el parque es como un muerto, uno de los buenos, todo el mundo lamenta su pérdida pero nadie puede hacer nada; por eso pensamos que lo mejor sería ponerle alrededor una cinta violeta, como las de los entierros, que en lugar de sentidas condolencias diga: prohibido pasar, privado, con las letras y barras de las cintas de señalización de los edificios en construcción.
No sé si porque el tiempo se acababa, porque las ideas expuestas eran buenas y estaban aprobadas, o porque nadie me preguntó, pero me quedé callada; dirá la mayoría que a nadie le tienen que preguntar para que hable de lo que tiene en mente cuando el propósito de estar ahí es precisamente ese, y más tratándose de mí, que gusto de decir lo que pienso, máxime si es fuera de tiempo y cuando ya no sirve para nada… me toca aquí entonces, reclamar el derecho a sentirme alguna vez apabullada, temerosa, insegura. En mi defensa alego el ego del artista, que a veces no le permite ver la sensibilidad en el otro; como testigo de que lo que digo si bien no es excusa es cierto, tengo un espasmo en la espalada que no me da tregua, que me atenaza todo el cuerpo y al parecer y debido a la evidencia innegable, afecta tanto mi ser como para agotarlo hasta el silencio.
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