Dicen las malas lenguas y un extraterrestre llamado Tobías, que se acerca el salto cuántico, ese que predecían los mayas es su calendario para el 2013, y que ahora dizque ocurrirá este año, lo que pasará después de esa fecha será motivo de investigación para el que esté interesado, aquí el asunto es lo que se supone pasa antes y que tal vez parezca de fácil predicción porque es bien sabido que antes del amanecer siempre el cielo está más oscuro que nunca. Sin embargo el parecido con la realidad parece más que una casualidad. Una tristeza regada por todas partes como si la hubieran puesto en las alcantarillas toca los límites apocalípticos, el desierto alcanza el más protegido rincón del corazón y ya ni las palabras ni las lágrimas alcanzan para deshacer tanto dolor.
lunes, 27 de agosto de 2007
Epidemia de tristeza en la ciudad
martes, 21 de agosto de 2007
Lo profano
Hablando hace poco de Lo profano, escribí que para mí era como el lienzo para el pintor, el lugar donde libro todas mis batallas (que no son más que conmigo misma), es lo mismo que hace Saramago (guardando la enorme distancia y proporciones que me separan de ese señor) sólo que él se hecha sus discursos y cáusticas opiniones a través de la boca o pensamientos de un personaje que se supone no es real, por eso sus libros tienen títulos que contienen palabras como “ensayo” y cosas por el estilo. Así mismo, Lo profano es sólo mi verdad, pero no toda mi verdad, nada más mi verdad en un instante, que yo la tenga clara en ese instante es otra cosa… a mí me gustaría, por ejemplo, que lo que escribo se pareciera a El grito de Munch, o algún cuadro de los de Pollock y a veces a una canción de Juan Luis Guerra, me gustaría decir las cosas como las dicen Sabina y Bunbury, contar historias como las de Ángeles Mastretta, con la cadencia de Gabo y la genialidad de Cortázar y Borges… si pudiera, entre las cosas que le regalaría a la humanidad entera está eso que esta gente me ha dejado en el alma.
MONÓLOGO DEL BIEN
“Todos saben que en ciertas ocasiones yo me oculto detrás del Mal, como cuando te enfermas y no puedes tomar un avión y el avión se cae y no se salva ni Dios: y que a veces, por lo contrario, el Mal se esconde detrás de mí, como aquel día en el que el hipócrita Abel se hizo matar por su hermano Caín para que éste quedara mal con todo el mundo y no pudiera reponerse jamás.”
EL BURRO Y
Pero cuando
lunes, 13 de agosto de 2007
Un hombre de verdad
Lo que dije en la publicación anterior tenía un poco de espuela, pero sobretodo de anzuelo, estaba esperando esa pregunta y me alegra que vos que tenés tan poquitos años (quizá por lo mismo) tengás las agallas para preguntarlo, esperar una respuesta, y como en este terreno te conozco, escuchar lo que hay para decir.
Pero antes de decirte qué es para mí ese a quién llamé un hombre de verdad, me siento en la obligación de aclarar algo más. Cuando dije que no estaba de acuerdo con el feminismo, la razón que mencioné eran sus, a mi modo de ver, poco impactantes logros, pero eso no significa, para los que lo creyeron (debido a lo que ya dije de la espuela), que esté en contra del movimiento, decir que el feminismo ha tenido pocos logros, no es un juicio de valor, es decir, con ello no quiero inscribirlo en las categorías de bueno o malo, es una mención de un hecho, comprobable por demás, y en el que reconozco que puedo estar equivocada y que desconozca estadísticas al respecto, (se le agradece al que las tenga, me las pase). La verdad es que los logros o fracasos del movimiento no son el punto; la lucha que yo persigo tampoco ha tenido logros contundentes, la justicia, la equidad, la igualdad de condiciones de derecho, no han mejorado casi nada desde que salimos del paleolítico y sin embargo, como una hormiga, que hace bien poco, yo permanezco ahí, dándole, como el cántaro al agua. El punto es que yo no me inscribo en el movimiento feminista porque no estoy de acuerdo con su principio fundamental: las mujeres somos iguales que los hombres; yo creo, defiendo, todo lo contrario: las mujeres y los hombres somos completamente diferentes, y es a partir de esa diferencia (como a partir del resto de las diferencias entre los seres humanos) que hay que encontrar la armonía, es decir, el ajuste, como los rompecabezas. Yo creo en la equidad, en la justicia, en la igualdad, más no en la uniformidad; la igualdad que prefiero es la de oportunidades y condiciones, quisiera que todos los seres humanos tengamos la posibilidad clara, sin excusas ni matices, de ser desde un banquero hasta un ladrón, pasando por cualquiera que se encuentre entre ambos y que sea el individuo, desde toda su preciosa particularidad quien decida, pero no las circunstancias las que lo condicionen, esa es mi búsqueda, pretenciosa, pero qué le vamos a hacer. Yo soy hasta de lo más optimista y creo que se puede.
Después de este intento de aclaración paso a lo tuyo: Para mí, un hombre de verdad tiene ojos que saben mirar (como en delirium tremens), por eso las mujeres que se encuentran con él, al cabo de cinco minutos ya no están haciéndose más preguntas, uno sabe lo que él está sintiendo, incluso cuando tiene miedo, incluso cuando está indeciso, es muy distinto saber con seguridad que un hombre está indeciso frente a nosotras, a estar preguntándonos si lo que le pasa es que está indeciso; un hombre de verdad no nos arroja al temible reino de la conjetura y la especulación, porque está preparado para algo como pedirte el teléfono y decirte que no te va a llamar porque está casi seguro de que no va a ser capaz. Al otro día una todavía tiene ganas (y esperanzas) de que llame, pero si no, no tiene que preguntarse (y en el proceso autocastigarse) qué fue lo que pasó. Ese hombre ha aprendido que es más fácil ganarnos que engañarnos, por eso aunque sabe que lo esperaremos siempre nunca dirá que volverá sino es cierto.
Este hombre ha logrado juntar sus partes. Su cuerpo, su mente y su corazón van siempre juntos, por eso es capaz de estar con varias mujeres al mismo tiempo y hacerle sentir a cada una que es la única. Sus lágrimas provienen de muy adentro del corazón, por eso es tan difícil que encuentren el camino hasta sus ojos, pero cuando lo hacen, un hombre de verdad es capaz de desatar el nudo en su garganta, y dejar que las lágrimas corran libres y serenas por su rostro.
Sabe que el amor es siempre la respuesta, y conoce el poder de la palabra que lo designa, por eso no la utiliza en vano, no habla de él a menos que su corazón, nunca su cuerpo, se lo pida, y cuando lo encuentra de verdad, es capaz de dejarlo todo por él, como un valiente caballero que se enfrenta a un molino de viento (con la misma locura, con el mismo miedo, con la misma posibilidad de perder). Ese hombre tiene los pies muy bien puestos sobre la tierra, y cuando nosotras estamos enredadas en la telaraña de las nubes que tejemos, él es capaz de decir basta, y con mano suave pero firme, desatar nuestros enredos.
Un hombre de verdad exige que la mujer que se lleva a la cama sea una buena cobija y almohada, a cambio, él está dispuesto a aprender de ella como si cada mujer fuera la primera mujer. Tiene brazos tan grandes, que abarcan todo nuestro mundo en un abrazo de complicad y complacencia y justo después de hacernos el amor, nos acaricia y nos besa como si nos acabara de conocer. Es capaz entonces de decirnos cuan hermosas, adorables, e indispensables somos sin que por ello sienta que pierde su dignidad, porque está seguro que no importa cuanto podamos elevarnos, él siempre será capaz de alcanzarnos, de conquistarnos, de rendirnos una y otra vez más. Y cuando se quiere ir, no desgasta nuestro amor hasta que seamos nosotras las que tomemos la decisión de terminar porque al final siempre se asegura de decir adiós en lugar de abandonar.
Hay muchos hombres así (o que están aprendiendo a serlo, como vos), yo conozco varios, a los que quisiera, pero no puedo, poner con nombres y apellidos aquí, para que se sepa, porque aunque son muchos no son la mayoría. Y Todos ellos, sin excepción, tienen mujeres increíbles, e increíblemente felices a su lado…
martes, 7 de agosto de 2007
Delirium tremens (la de Sabina y Páez)
Las estadísticas dicen que en cuestiones de igualdad los hombres y las mujeres no hemos mejorado mucho, ellos aseguran que sí, que desde que hubo revolución femenina su patriarcado se acabó y hay algunos que se atreven a más: esto siempre ha sido un matriarcado. Yo lo dudo, y como digo, las estadísticas me apoyan: en la mayoría de empresas a las mujeres se les paga la mitad por hacer lo mismo, estoy hablando de cualquier generalidad, pues si entramos en terrenos como los de la política nos vamos es pero jodiendo. Si ya ni en la cocina mandamos porque los mejores chefs son dizque los hombres, así como los mejores pilotos, los mejores soldados (siquiera), los mejores conductores, los mejores obreros, los mejores deportistas (cuando va a tener una mujer los honores, no digamos ya la plata, que tiene un Ronaldinho) y por supuesto, los únicos sacerdotes.
miércoles, 1 de agosto de 2007
Amor y política
La primera vez que yo supe de Alonso fue cuando una amiga de la universidad estuvo por primera vez en mi casa y al ver la selección de libros especiales que siempre me acompaña muy cerca de la cama, cogió No nacimos pa’ semilla y ojeando la copia amarillenta que tenía en las manos pensó en voz alta algo así como: ¡este Pocho hombre!, yo le pregunté que quién era ese y ella me dijo, mi hermano, Alonso Salazar.