lunes, 27 de agosto de 2007

Epidemia de tristeza en la ciudad

Dicen las malas lenguas y un extraterrestre llamado Tobías, que se acerca el salto cuántico, ese que predecían los mayas es su calendario para el 2013, y que ahora dizque ocurrirá este año, lo que pasará después de esa fecha será motivo de investigación para el que esté interesado, aquí el asunto es lo que se supone pasa antes y que tal vez parezca de fácil predicción porque es bien sabido que antes del amanecer siempre el cielo está más oscuro que nunca. Sin embargo el parecido con la realidad parece más que una casualidad. Una tristeza regada por todas partes como si la hubieran puesto en las alcantarillas toca los límites apocalípticos, el desierto alcanza el más protegido rincón del corazón y ya ni las palabras ni las lágrimas alcanzan para deshacer tanto dolor.

Como en una historia de Ciudad Gótica antes de Batman, los padres violan a sus bebés, mientras la madres parecen haber abandonado su causa, un muchacho de 20 años con dos tragos encima y un arma en la mano, mata hasta a su novia porque un fulano le echa un piropo, en Bruselas se deshoja una flor, en Colombia Pirry no se contiene y nos muestra sin rodeos la perversidad de un ser humano que es capaz de concebir un arma que no pretende matar sino mutilar, torturar, romper el alma. El planeta parece darse cuenta y un terremoto nos estremece, tumba casas y deja no sé cuántos muertos a tan sólo unos meses de un tsunami que inundó el otro lado del mundo, los polos se derriten, en Buenos Aires nieva, agosto se quedó sin sol, y nosotros nos morimos de desamor y desolación:

Un niño está tirado en el piso, yo me bajo del bus en el que voy porque con el niño tirado en el piso no va a poder pasar, es raro que el niño no se mueva, la moto de un policía está también tirada en el piso a tan solo unos pasos, me acerco para ver que el niño está despertando de un desmayo, una vecina se acerca a él antes que yo, le habla, le coge la mano, yo casi sigo derecho, el niño parece estar bien, pero entonces por qué hay tanta sangre en el piso, me detengo, lo miro esta vez con detenimiento, respira con normalidad, tiene una cortada en una ceja, las manos pálidas, el bluyín roto en la pierna derecha, debajo una herida abierta, inmensa, un fémur desastillado…

No me puedo ir antes de saber que el niño tirado en el piso no se pone grave, ya hay un montón de gente y los policías tratan de contener el desespero de todos. Miro otra vez al niño, no se puede hacer nada, la herida es tan grave que es mejor dejarlo quieto, tocarle la pierna sería absurdo, es mejor esperar y chequear que esté conciente, mientras no pierda el sentido estará bien… pero la ambulancia se demora, allá arriba no existe Emi, el consuelo es que son los policías quienes llamaron a emergencias, pero a esa montaña no sube ni cualquiera ni tan rápido… en un gesto inconciente miro hacia abajo, deseando que por la esquina aparezca ya el auxilio, entonces reconozco a un policía que está a mi lado, fue quien atropelló al niño, es muy joven, se toca también la pierna derecha mientras unas gafas oscuras de mosca no dejan ver los ojos que ahora lloran… miro a mi alrededor para comprobar que nadie se da cuenta de que está llorando, nadie lo mira, nadie se preocupa por él, todos están pensando en el niño. Entonces el policía se acerca a un compañero que le pregunta qué pasó, él sólo dice que no vio cuando el niño cruzó la calle corriendo, su voz suena normal, no se quiebra, no disimula, no se corta, por un segundo creo que me he inventado su llanto… tal vez soy yo la que está llorando… entonces lo miro de frente, la nariz no se ha enrojecido, ni su respiración está agitada, sus manos no responden apartando las lágrimas que ahora caen a chorros por su cara, transparentes y tan silenciosas que ya a dos metros de distancia no se notan… pasa el tiempo y esas lágrimas corren sin parar en lo que parece ser un llanto incontenible de un alma adolorida atrapada en un cuerpo entrenado para soportar el dolor más grande…

La ambulancia llega por fin, el niño tirado en el piso todavía está conciente, los paramédicos lo atienden, su cuerpo se va a poner bien, a pesar de lo que ahora su madre desconsolada piensa… empiezo a bajar la loma sabiendo que es el desconsuelo el que se las arregla para llegarnos a todos, como una epidemia que se come al mundo… entonces veo al policía sentado en una acera solo, estoy lo suficientemente lejos para no poder estar segura, pero a pesar de la inexpresividad de su rostro, yo sé que robocop está llorando todavía, sigo derecho y sin embargo diez pasos mas adelante (todavía ahora), siento que debí haber hecho lo que mi corazón destrozado hubiera querido: sentarme a su lado y preguntarle: ¿qué te está doliendo más, la pierna o el alma? Pero me callé y como acaba de escribir Juan Mosquera para traer toda esta historia a cuento: “Quisiera haber dicho justo lo que ella necesitaba escuchar pero estaba yo tan lejos como puede estarlo un desconocido: a un nombre y un corazón de distancia”

martes, 21 de agosto de 2007

Lo profano

Hablando hace poco de Lo profano, escribí que para mí era como el lienzo para el pintor, el lugar donde libro todas mis batallas (que no son más que conmigo misma), es lo mismo que hace Saramago (guardando la enorme distancia y proporciones que me separan de ese señor) sólo que él se hecha sus discursos y cáusticas opiniones a través de la boca o pensamientos de un personaje que se supone no es real, por eso sus libros tienen títulos que contienen palabras como “ensayo” y cosas por el estilo. Así mismo, Lo profano es sólo mi verdad, pero no toda mi verdad, nada más mi verdad en un instante, que yo la tenga clara en ese instante es otra cosa… a mí me gustaría, por ejemplo, que lo que escribo se pareciera a El grito de Munch, o algún cuadro de los de Pollock y a veces a una canción de Juan Luis Guerra, me gustaría decir las cosas como las dicen Sabina y Bunbury, contar historias como las de Ángeles Mastretta, con la cadencia de Gabo y la genialidad de Cortázar y Borges… si pudiera, entre las cosas que le regalaría a la humanidad entera está eso que esta gente me ha dejado en el alma.

Porque las tristezas de este mundo loco nos agobian tanto y son tantas, saborearse un poco las palabras que lo describen ayuda. Por eso traigo aquí un trío de fábulas que no sé quién escribió, un día llegaron en un paquete que mandó alguien querido desde muy lejos (siempre he estado por preguntarle al remitente por el autor, me disculpo por no haberlo hecho, sobretodo con el autor) y que me han dejado ese sabor agridulce y encantador en la boca que Lo profano pretende, a veces sin mucho éxito. Buen provecho.


MONÓLOGO DEL BIEN

“Las cosas no son tan simples”, pensaba aquella tarde el Bien, “como creen algunos niños y la mayoría de los adultos.”
“Todos saben que en ciertas ocasiones yo me oculto detrás del Mal, como cuando te enfermas y no puedes tomar un avión y el avión se cae y no se salva ni Dios: y que a veces, por lo contrario, el Mal se esconde detrás de mí, como aquel día en el que el hipócrita Abel se hizo matar por su hermano Caín para que éste quedara mal con todo el mundo y no pudiera reponerse jamás.”
“Las cosas no son tan simples.”


EL BURRO Y LA FLAUTA

Tirada en el campo estaba desde hacía tiempo una Flauta que ya nadie tocaba, hasta que un día un Burro que pasaba por ahí resopló fuerte sobre ella haciéndola producir el sonido más dulce de su vida, es decir, de la vida del Burro y de la Flauta.
Incapaces de comprender lo que había pasado, pues la racionalidad no era su fuerte y ambos creían en la racionalidad, se separaron presurosos, avergonzados de lo mejor que el uno y el otro habían hecho durante su triste existencia.


LA FE Y LAS MONTAÑAS

Al principio la Fe movía montañas sólo cuando era absolutamente necesario, con lo que el paisaje permanecía igual a sí mismo durante milenios.
Pero cuando la Fe comenzó a propagarse y a la gente le pareció divertida la idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de sitio, y cada vez era más difícil encontrarlas en el lugar que uno las había dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba más dificultades que las que resolvía.
La buena gente prefirió entonces abandonar la Fe y ahora las montañas permanecen por lo general en su sitio.
Cuando en la carretera se produce un derrumbe bajo el cual mueren varios viajeros, es que alguien, muy lejano o inmediato, tuvo un ligerísimo atisbo de Fe.

lunes, 13 de agosto de 2007

Un hombre de verdad

Lo que dije en la publicación anterior tenía un poco de espuela, pero sobretodo de anzuelo, estaba esperando esa pregunta y me alegra que vos que tenés tan poquitos años (quizá por lo mismo) tengás las agallas para preguntarlo, esperar una respuesta, y como en este terreno te conozco, escuchar lo que hay para decir.

Pero antes de decirte qué es para mí ese a quién llamé un hombre de verdad, me siento en la obligación de aclarar algo más. Cuando dije que no estaba de acuerdo con el feminismo, la razón que mencioné eran sus, a mi modo de ver, poco impactantes logros, pero eso no significa, para los que lo creyeron (debido a lo que ya dije de la espuela), que esté en contra del movimiento, decir que el feminismo ha tenido pocos logros, no es un juicio de valor, es decir, con ello no quiero inscribirlo en las categorías de bueno o malo, es una mención de un hecho, comprobable por demás, y en el que reconozco que puedo estar equivocada y que desconozca estadísticas al respecto, (se le agradece al que las tenga, me las pase). La verdad es que los logros o fracasos del movimiento no son el punto; la lucha que yo persigo tampoco ha tenido logros contundentes, la justicia, la equidad, la igualdad de condiciones de derecho, no han mejorado casi nada desde que salimos del paleolítico y sin embargo, como una hormiga, que hace bien poco, yo permanezco ahí, dándole, como el cántaro al agua. El punto es que yo no me inscribo en el movimiento feminista porque no estoy de acuerdo con su principio fundamental: las mujeres somos iguales que los hombres; yo creo, defiendo, todo lo contrario: las mujeres y los hombres somos completamente diferentes, y es a partir de esa diferencia (como a partir del resto de las diferencias entre los seres humanos) que hay que encontrar la armonía, es decir, el ajuste, como los rompecabezas. Yo creo en la equidad, en la justicia, en la igualdad, más no en la uniformidad; la igualdad que prefiero es la de oportunidades y condiciones, quisiera que todos los seres humanos tengamos la posibilidad clara, sin excusas ni matices, de ser desde un banquero hasta un ladrón, pasando por cualquiera que se encuentre entre ambos y que sea el individuo, desde toda su preciosa particularidad quien decida, pero no las circunstancias las que lo condicionen, esa es mi búsqueda, pretenciosa, pero qué le vamos a hacer. Yo soy hasta de lo más optimista y creo que se puede.

Después de este intento de aclaración paso a lo tuyo: Para mí, un hombre de verdad tiene ojos que saben mirar (como en delirium tremens), por eso las mujeres que se encuentran con él, al cabo de cinco minutos ya no están haciéndose más preguntas, uno sabe lo que él está sintiendo, incluso cuando tiene miedo, incluso cuando está indeciso, es muy distinto saber con seguridad que un hombre está indeciso frente a nosotras, a estar preguntándonos si lo que le pasa es que está indeciso; un hombre de verdad no nos arroja al temible reino de la conjetura y la especulación, porque está preparado para algo como pedirte el teléfono y decirte que no te va a llamar porque está casi seguro de que no va a ser capaz. Al otro día una todavía tiene ganas (y esperanzas) de que llame, pero si no, no tiene que preguntarse (y en el proceso autocastigarse) qué fue lo que pasó. Ese hombre ha aprendido que es más fácil ganarnos que engañarnos, por eso aunque sabe que lo esperaremos siempre nunca dirá que volverá sino es cierto.

Este hombre ha logrado juntar sus partes. Su cuerpo, su mente y su corazón van siempre juntos, por eso es capaz de estar con varias mujeres al mismo tiempo y hacerle sentir a cada una que es la única. Sus lágrimas provienen de muy adentro del corazón, por eso es tan difícil que encuentren el camino hasta sus ojos, pero cuando lo hacen, un hombre de verdad es capaz de desatar el nudo en su garganta, y dejar que las lágrimas corran libres y serenas por su rostro.

Sabe que el amor es siempre la respuesta, y conoce el poder de la palabra que lo designa, por eso no la utiliza en vano, no habla de él a menos que su corazón, nunca su cuerpo, se lo pida, y cuando lo encuentra de verdad, es capaz de dejarlo todo por él, como un valiente caballero que se enfrenta a un molino de viento (con la misma locura, con el mismo miedo, con la misma posibilidad de perder). Ese hombre tiene los pies muy bien puestos sobre la tierra, y cuando nosotras estamos enredadas en la telaraña de las nubes que tejemos, él es capaz de decir basta, y con mano suave pero firme, desatar nuestros enredos.
Un hombre de verdad exige que la mujer que se lleva a la cama sea una buena cobija y almohada, a cambio, él está dispuesto a aprender de ella como si cada mujer fuera la primera mujer. Tiene brazos tan grandes, que abarcan todo nuestro mundo en un abrazo de complicad y complacencia y justo después de hacernos el amor, nos acaricia y nos besa como si nos acabara de conocer. Es capaz entonces de decirnos cuan hermosas, adorables, e indispensables somos sin que por ello sienta que pierde su dignidad, porque está seguro que no importa cuanto podamos elevarnos, él siempre será capaz de alcanzarnos, de conquistarnos, de rendirnos una y otra vez más. Y cuando se quiere ir, no desgasta nuestro amor hasta que seamos nosotras las que tomemos la decisión de terminar porque al final siempre se asegura de decir adiós en lugar de abandonar.

Hay muchos hombres así (o que están aprendiendo a serlo, como vos), yo conozco varios, a los que quisiera, pero no puedo, poner con nombres y apellidos aquí, para que se sepa, porque aunque son muchos no son la mayoría. Y Todos ellos, sin excepción, tienen mujeres increíbles, e increíblemente felices a su lado…

martes, 7 de agosto de 2007

Delirium tremens (la de Sabina y Páez)

Las estadísticas dicen que en cuestiones de igualdad los hombres y las mujeres no hemos mejorado mucho, ellos aseguran que sí, que desde que hubo revolución femenina su patriarcado se acabó y hay algunos que se atreven a más: esto siempre ha sido un matriarcado. Yo lo dudo, y como digo, las estadísticas me apoyan: en la mayoría de empresas a las mujeres se les paga la mitad por hacer lo mismo, estoy hablando de cualquier generalidad, pues si entramos en terrenos como los de la política nos vamos es pero jodiendo. Si ya ni en la cocina mandamos porque los mejores chefs son dizque los hombres, así como los mejores pilotos, los mejores soldados (siquiera), los mejores conductores, los mejores obreros, los mejores deportistas (cuando va a tener una mujer los honores, no digamos ya la plata, que tiene un Ronaldinho) y por supuesto, los únicos sacerdotes.


No soy feminista, aunque por lo anterior sea más fácil pensar que sí, no lo soy, entre otras cosas, porque creo que ese movimiento ha fracasado rotundamente, lograr que se digan las y los en casi todas partes me conforma tan poco como un mal amante, daríamos todas nuestras palabras, yo por lo menos se las regalaría todas a los hombres (y que en vez de la luna se dijera el luna), si ellos nos dejaran a nosotras el terreno de la cama, no siendo esto posible, me conformo con la llamada del día siguiente, pero ni a eso tenemos derecho pues precisamente al feminismo se le ocurrió decir que las mujeres podemos solas con todo (hasta con el amor), como los hombres, entonces quedamos en las mismas, porque el error no está en no reconocernos como iguales, sino precisamente en no entender la diferencia.


Señores, las mujeres lloramos por cualquier cosa porque tenemos el alma en la piel, los hombres en cambio muy adentro del centro del corazón, por eso sólo lloran cuando están despechados, o cuando cosas como el alcohol, ponen a circular lo poquito de estrógenos que tienen. Qué hacemos pues si las mujeres somos hormonales, y ustedes no saben lo difícil que es levantarse cada tanto sintiendo el corazón partido en pedazos sin saber por qué, eso da un mal genio que por supuesto no tendrían que pagar, pero les toca, resulta que para eso es la testosterona, para cargar cosas pesadas, como el mal genio (o las lágrimas) sin sentido de las mujeres. Pero también nos enamoramos a primera vista y a veces sin esperanza, de los feitos, los viejitos y los gorditos, reconstruimos ciudades cuando ustedes se van a la guerra y después los esperamos infinitamente como Penélope, lo resolvemos todo hablando (echando cantaleta y discutiendo entran dentro de esta categoría), seducimos y luego hacemos creer que nos conquistan, tenemos los hijos, inventamos chistes sobre el dolor, gritamos cuando nos duele y yo pienso que deberíamos tener derecho también a quebrar algún vidrio, patiar alguna puerta y de vez en cuando lanzar un tornamesa por el balcón.


Pero entonces es cuando sale un hombre (joven, que ni que tuviera 70 años) a decirme que lo que yo necesito es que me den picos, le faltó un poquito menos de educación y ternura, para decirme que lo que me hace falta es chuzo, yo me quedé mirándolo y sólo acerté a decir que después de que un hombre nos enamora durante tres días y luego nos dice que nosotras nos lo inventamos todo, o cuando antes de empezar una relación ya nos están diciendo en qué fecha se va a terminar, por no mencionar ese que nos dice que somos lo más parecido al amor pero que se casa con otra; una ya no quiere picos, quiere tirar piedras, dar patadas, lanzar cosas por el balcón. Pero en realidad, con todo el amor de que somos capaces las mujeres, le debería haber dicho: no querido, necesitar no es el verbo, las mujeres llegamos a una edad en que dejamos de necesitar para preferir, así que si de preferir se trata lo que yo prefiero no son picos, sino un hombre de verdad, lo que pasa, tristemente para mi, tristemente para vos, es que hace rato no me encuentro con ninguno.

miércoles, 1 de agosto de 2007

Amor y política

La primera vez que yo supe de Alonso fue cuando una amiga de la universidad estuvo por primera vez en mi casa y al ver la selección de libros especiales que siempre me acompaña muy cerca de la cama, cogió No nacimos pa’ semilla y ojeando la copia amarillenta que tenía en las manos pensó en voz alta algo así como: ¡este Pocho hombre!, yo le pregunté que quién era ese y ella me dijo, mi hermano, Alonso Salazar.


Yo tenía catorce años cuando leí ese libro, una profesora de historia nos lo puso a leer en el colegio, a los que quisiéramos, (son obvias las razones por las que la obligación no procedía en este caso) fue el primer libro de periodismo que tuve entre mis manos y ésa la primera vez que alguien me decía que los malos no son malos porque sí, parece obvio ahora, ahora que yo creo y defiendo a capa y espada el principio filosófico que dice que los hombres son buenos por naturaleza, pero en ese entonces fue toda una revelación, la primera de esas históricas que no se nos olvidan nunca, fue también la primera vez que sentí esa cosa que se llama responsabilidad social, creo que aunque no así, fue en ese momento y gracias al Alonso periodista y escritor, que mi ser político supo qué quería ser cuando grande.


Son estos los recuerdos que me vienen a la memoria mientras estoy parada frente a la Iglesia de la candelaria, donde toda la familia de Alonso se reúne para iniciar el recorrido que los llevará a La plaza Botero al lanzamiento de la campaña a la alcaldía por Compromiso ciudadano, partido que nuestro Pocho lidera al lado de Fajardo. Esa amiga de la Universidad hace tiempo que es más que mi hermana, ella no puede estar aquí porque es funcionaria pública, pero me manda para acá porque según ella, yo hago parte de la familia. Yo no sé hasta que punto eso es cierto, pero el título me halaga, pocas cosas yo rescataría con seguridad de esta nuestra cultura paisa, como la capacidad que tiene para acoger a los miembros de sus familias en un todo que crece junto, se acompaña, se sostiene, donde todo es de todos, incluso los patos que nos les atravesamos en el camino y no tenemos con quién celebrar las navidades. Así, de puro cuento de hadas paisa, es esta familia, los conozco hace más de diez años, y sé con seguridad que a Alonso le viene la honestidad y la capacidad de trabajo de El Papá, como le dicen los Salazares a don Carlos, ese señor con finura de arriero que ahora está llegando con doña Magnolia, La Mamá. Los dos juntos son como el centro por donde viene y va la sabia de ese árbol frondoso al que todos sienten que pertenecen por encima de las muchas otras cosas de la vida.


Inmediatamente un montón de personas que ya están ahí, se acercan para saludar a los viejos, me parece que hay muchos tíos-abuelos, todavía no llegan los hermanos, las que sí están ahí son las sobrinas, yo le ayudo a una a sostener unas pancartas que dicen: Alonso, tu familia te apoya, y Esto definitivamente tiene que seguir, mientras ella se las reparte al resto de familiares. La mona, una amiga de la familia como yo y que trabaja de lleno en la campaña es quien nos cuenta cómo va a ser la cosa: mientras todos llegan, qué tal si los familiares responden unas pregunticas a una cámara que supongo es de la campaña, sobrinos y sobrinas se quieren hacer los locos, a Los Papás sí no les queda de otra, al final todos dicen lo mismo, de la misma forma antinatural que no lo harían si no tuvieran una cámara grabándolos, a Alonso lo apoyan porque saben con seguridad, porque lo conocen, porque en esta familia otra cosa es inaudita, que es honesto, transparente, trabajador. Yo digo que también es porque partiendo de esa buena fe en los actos, aquí se le apoya a todos en todo.


Ya van siendo las cinco y una sobrina pregunta, si es que la familia no va a venir, yo miro a mi alrededor y no entiendo, hay un montón de gente con esas mismas facciones, todos igualitos, Salazar sin pierde, ella se refiere a los más cercanos, a las tías que llegan más tardecito, el tío que llamó y dice que cae a La plaza Botero, a los primos hermanos que la mitad están allá con Alonso, porque trabajan día y noche con él en la campaña, a cambio de nada, o bueno de lo que uno trabaja cuando es voluntario, experiencia, contactos, una causa justa y común, la convicción de que es lo que hay que hacer, porque es lo mejor.


Entonces hago el recuento y no sé si a los otros candidatos les iría tan bien con sus familias: una sobrina es la que se encarga de la página web, otra de la agenda, una de sus mejores amigas renunció a su trabajo para dedicarse a apoyar las comunicaciones, aquí hay una prima vendiendo las camisetas, una sobrina repartiendo pancartas que diseñó y acabó de terminar de imprimir, un cuñado toma las fotos, incluso otro sobrino, funcionario público, está aquí haciendo campaña, le pregunto por qué, me dice que él no va a hacer lo que todos, tirar la piedra y esconder la mano, él cree que Alonso debería ser el próximo alcalde y todos lo que lo conocen lo saben, no tiene caso entonces esconderse, no sé si estoy de acuerdo del todo con él pero seguimos conversando y me dice lo que no le parece del lanzamiento de la campaña, lo que él haría diferente, entonces me doy cuenta de lo más importante que pasa en esta caminata de familia, no estamos aquí porque queramos tapar el sol con un dedo y nuestro afecto nos haga pensar que Alonso es perfecto, yo misma tengo varias cosas con las que no concuerdo, pero sé que con Alonso puedo creer otra vez en mi derecho como ciudadana común y corriente de decírselo, de escribirlo aquí, y recibir una respuesta con argumentos, que tal vez me parezcan y tal vez no, pero que por lo menos no mienten, no provienen de la mala fe, de que como dice la cancioncita pegajosa de su campaña y que el sábdo su familia escuchó con orgullo, Alonso le pondrá a este gobierno unos ojos que por fin me ven, y eso, en este país de gafas verdes que no reconocen la ignominia en nuestros peores actos y nos ponen a todos de anónimos sin derechos que reclamar siquiera, es ya mucho decir.