sábado, 29 de diciembre de 2007

El mejor regalo

Dice alguien que se supone lo conoció mejor que sus amigos los evangelistas, que Jesús decía que el que tiene esperanza lo tiene todo, yo me imagino qué quiso decir cuando veo esta realidad que (como dice Sabina) decepciona tanto que toca inventarse algo para ir tirando, entonces y porque la esperanza es la fuente de todas las fantasías (como es bien sabido por los expertos en albergarla), a mi me dan ganas de regalar un poco de la mía, aprovechando esta época que como pocas otras, promueve además del consumo, la generosidad (aunque cada vez menos o con menos buenas intenciones, pero eso es harina de otro costal). Por eso pongo en palabras las cosas que parece que no se pudieran regalar de otra manera, sólo señalándolas, haciendo saber que a todos nos pasan, todos los días, para recordarnos que la esperanza está a la vuelta de la esquina, esa esperanza que nos da todo cuando pone un cartel que dice: ¡posible! encima de todas las puertas, incluso aquellas que no tenemos intenciones de abrir.

Los ojos más lindos del mundo mirando quién sabe qué en el retrovisor de un carro que pasa, un poema que habla de nosotros como si nos conociera, un beso por el Messenger, un punto verde en el Gmail y un guiño de la casetica del Balotto. La sensación intempestiva de que hay algo qué perder, el segundo en el que podemos ver (aunque sea un tris) a través de la muralla de un corazón cobarde, una nube que pasa premonitoria con la forma exacta de nuestros sueños y un billete de 20 en el bolsillo de atrás. El abrazo torpe de un amigo que mañana (igual que ayer) será un extraño, un remitente jamás imaginado y silenciosamente deseado, el rubor de una primera vez, una carcajada que hace llorar y una boleta virtual para ganarse el tiquete dorado de Copa Airlines. La sonrisa de un amigo cuando nos lee el pensamiento, el monstruo que se pone a babear de pronto por un “mi amorcito” cursi, una ignorancia que se atreve, un valiente que se descubre, un cantante favorito y derrotado que hace un esfuerzo lazariano para dejarse resucitar, un cantante favorito. Una feliz navidad con novena, natilla, ojuelas y buñuelos, un feliz año nuevo con borrón y cuenta nueva y la llegada de una prueba irrefutable de que mejor que los buenos finales, todos los principios.

jueves, 29 de noviembre de 2007

Potosí


Llegamos a Bolivia por Villazón, donde los indígenas atraviesan la frontera corriendo, los demás bolivianos hacen filas interminables para pasar de un lado a otro y a nosotros nos atiende un funcionario de inmigración muy sonriente que tiene su escritorio al lado de la foto enmarcada de Evo Morales con un traje de presidente que parece de mentiras.

Después de doce horas de camino por carretera destapada llegamos a Potosí, la ciudad más alta del mundo, 4070 metros sobre el nivel del mar, el soroche no se hace esperar, ataca a Ana ocupándose de su cabeza, a mi me entra por donde más me duele: el corazón.

Bolivia es una herida que nunca termina de cicatrizar, Potosí es la prueba, trescientos años de explotación de sus entrañas, con mulas y esclavos que morían a miles cada año, la dejaron hecha una llaga de plata donde el esplendor no hace más que producir dolor. En las mazmorras de La casa de la moneda nos enteramos de su verdad, y aunque sea a medias, como todas las verdades, nos hace cruzar miradas de complicidad comprensiva entre una colombiana y una española que están ahí para escuchar a una guía contar la historia de cuando la Fifa dijo que en La Paz no se podía jugar al fútbol porque los jugadores europeos no resistían aquella altura, pero ellos, los bolivianos, saben muy bien cómo hacer para solucionar ese problema, sólo hace falta mostrarles el Cerro rico (ese cerro de donde se sacó durante siglos la más pura plata de ley jamás vista) y así a la fija, por lo menos los españoles, vienen a jugar. No sabemos si reír o llorar, yo termino riéndome porque hace días que aunque quiera llorar no puedo. Sin embargo mi risa debe ser una mueca en la cara que está lejos de expresar alegría, la tristeza se instala oronda en el alma a pesar de la belleza, como a pesar del sol se instala el frío en el cuerpo.

Salimos entonces de Potosí con el corazón arrastrando los brazos por las aceras de esta ciudad hermosa y maldita. El camino, como todos los que sirven a la huida, es impresionante, nos lleva a Sucre en medio de un paisaje de montañas y arbustos bajos y secos, jacarandas moradas y sauces verdes en montoncitos repartidos aquí y allá entre varios pastores de cabras y marranos. El cuerpo se siente mejor en Sucre, el alma se aclimata, pero la tristeza siempre deja sus huellas y yo extraño a Colombia y sus montañas gigantes, su café, sus sonidos, su olor, su amabilidad, a mi corazón encerrado en el pecho de algunos de sus habitantes. Un boliviano habla de su adoración por esta Bolivia herida, fragmentada y dolorosa, y yo no lo entiendo, o mejor sí, porque ahora mismo yo estoy queriendo a mi Colombia deshilachada como si fuera el único lugar posible.

martes, 6 de noviembre de 2007

Baños




Una pausa en el camino del torbellino de emociones importantes, parajes indescriptibles, geografías inolvidables, personajes nuevos que se hacen relevantes en un abrir y cerrar de ojos. Porque entre una cosa y otra también se aparece acaso, una fábula escrita lejos de aquí, pero que habla de águilas y tortugas, como hablan los Incas de pumas, cóndores y serpientes. Al pie de un volcán un libro escogido al azar se abre y trae una historia que cae como un bálsamo en el corazón atiborrado de emociones, como cae un baño de agua sulfurosa y caliente al cuerpo también cansado que ahora contiene un alma de tortuga:



Y ahora consideremos el caso de la tortuga y el águila.

La tortuga es una criatura terrestre. No se puede vivir más cerca del suelo (sin estar debajo de él). Su horizonte no va más allá de unos centímetros. La velocidad que puede alcanzar es la que necesitas para perseguir y abatir una lechuga. La tortuga ha sobrevivido mientras el resto de la evolución pasaba junto a ella y la dejaba atrás ya que, básicamente, era demasiado complicada de comer y no representaba una amenaza para nadie.

Y después tenemos al águila. Una criatura del aire y las alturas, cuyo horizonte se extiende hasta el límite del mundo. Ojos lo bastante agudos para detectar los movimientos de un animalito de voz chillona a medio kilómetro de distancia. Toda poder, toda control. La muerte súbita que llega volando. Uñas lo bastante afiladas para desayunarse cualquier cosa que sea más pequeña que ella y obtener, como mínimo, un desayuno rápido de cualquier cosa que sea mayor.

Y el águila pasará horas posada en un risco escrutando los reinos del mundo hasta detectar algún movimiento lejano, y en ese momento de pronto se concentrará, concentrará, concentrará en el pequeño caparazón que se mece entre los arbustos allá abajo en el desierto. Y entonces el águila se lanzará desde lo alto del risco...

Y un minuto después la tortuga descubre que el mundo se está alejando de ella. Y ve el mundo por primera vez, ya no a unos centímetros del suelo sino a docientos metros, qué gran amiga tengo en el águila.

Y entonces el águila la suelta.

Y casi siempre la tortuga se precipita hacia su muerte. Todo el mundo sabe por qué la tortuga hace esto. La gravedad es una costumbre a la que cuesta mucho renunciar. Nadie sabe por qué el águila hace esto. No cabe duda de que hay un buen almuerzo en una tortuga pero, teniendo en cuenta el esfuerzo que requiere, la verdad es que hay un almuerzo mucho mejor en prácticamente cualquier otra cosa. Lo que ocurre es, simplemente, que las águilas disfrutan atormentando a las tortugas.

pero el águila, por supuesto, no es consciente de que está tomando parte en una forma muy tosca de selección natural.

Algún día una tortuga aprenderá a volar.

Terry Pratchett. Dioses menores

domingo, 14 de octubre de 2007

Buenos Aires




Se encuentran menos insatisfechos los porteños en primavera que en invierno, o eso me parece a mí, y aunque esta primavera haya tardado un par de días en llegar y yo me quiera morir de frio, Buenos son los Aires que tiene esta ciudad apasionada que Fito describe tan bien que lo deja a uno sin palabras en estos precisos momentos en que quisiera poseerla y sobretodo ponerle un moño rojo y regalarla.
Aquí los chicos son solo los niños (los otros se sienten muy crecidos) y hablan como adultos, por eso a Juana, que tiene menos de ocho años, le parece (textualmente) que allá de donde yo vengo la gente es más graciosa, no es que ella no lo sea, porque es capaz con frecuencia de partir de risa a sus amigos, pero nosotros, según ella, somos menos serios. Me alojo ahora en el barrio de La Boca, a dos cuadras de donde queda el famoso caminito, en la casa de una española catalana que se vino hace tres años a hacer un curso y se quedó a vivir aquí, para el desconcierto de todos los taxistas de Buenos Aires, y ser la "gallega" del barrio, este personaje de Almodovar nos acoge en su casa (que ya es nuestra a fuerza de la ocupación) y de su manos nos internamos en la película que es Buenos Aires.
Primera escena:
el cielo está completamente gris, hace frío y llueve, los árboles aun tiene puesto el vestido del invierno, es como si el clima se hubiera puesto de acuerdo con nosotras para hacernos creer que no han pasado estos cinco años y que un escenario que por su aspecto bien podría ser Alemán, es lo ideal para encontrarnos. Pero el invierno extendido nunca ha traído buenos presagios que se hacen realidad después de tres horas de espera en la esquina de La Plaza de Mayo, sin una pista que delate a Ana, que aunque le gusta que la delaten suele llegar tarde a todas partes. Si estuviera segura de que un cigarrillo me puede calentar me haría fumadora en el acto, me pregunto si Ana Fumará tanto todavía, como cuando en mi casa en Alemania inundaba todo de humo... Ana no aparece, así que apago mi cigarrillo imaginario y me voy a buscar a alguien conocido en Buenos Aires en donde pasar el frío mientras Ana da señales de vida. Como en esta ciudad es así, no tardo en encontrar refugio, me reciben entonces unos mates bien calientes, una sonrisa amplia y la conversación siempre refrescante de Virginia, a ella se le suma su familia: Juana (la de la seriedad) Carmen y Sebastián, quienes me saludan como si no me recordaran a medias, con toda su generosidad, con todo su encanto, con su belleza real (de realidad no de realeza) capaz de desbordar a cualquiera, casi capaz de hacerme olvidar de Ana que aparece de pronto como siempre, para demostrar que al final no pasa nada, nos damos un abrazo y el tiempo se rinde a nuestros pies, descubre su cara de dimensión y se reduce a nada cuando estrechamos el espacio. Así se derrota la distancia, así por una vez se cambian los papeles y se esclaviza al tiempo.
Segunda escena:
Un remis es un taxi que uno llama y con el que se pacta el precio según la distancia de destino, remisero es quien maneja ahora este carro particular que hemos tomado (porque aquí coger es otra cosa) se llama Rubén, e intenta intimidarnos, porque si no sabemos aun cómo son de guachos los porteños, él nos lo va a enseñar, en sus labios Buenos Aires es una ciudad perdida que la hipocresía intenta rescatar, no tienen los porteños éxito en su intento de saberlo todo, de creer que lo pueden hacer todo bien, la ciudad que se cae a pedazos lo demuestra. Yo, que tristemente (muy tristemente) no creo en la fatalidad del apocalipsis porque vengo del infierno, sonrío cuando Rubén habla, y él, al ver que lo que dice nos causa más gracia que miedo, deja su papel de guía turístico de la cruda realidad boanarense y se convierte de un momento a otro en Lulú, personaje que lo posee a partir de las diez de la noche, todas las noches, y que por nosotras haría lo que fuera, incluso, como ahora, hacernos reír hasta las lágrimas mientras nos lleva al paraíso local de Puerto Madero, la burbuja que sin el infierno del que acabamos de salir, el que Lulú conoce tan bien, no tiene sentido. Tercera escena:Está Bárbara, la cantante de un grupo de folclore que se llama Semilla, la cuñada de Santaolalla (s{i ese mismo), contándonos como la tarde anterior Francis (Ford Coppola, sí, ese mismo) fue a su casa para ver si la utilizaba como locación para su próxima película, Bárbara imita a su madre que es una actriz diva de los años 60 mientras recibe la visita el día anterior y se da vuelta hacia Bárbara, mientras señala a Francis y dice: a este, me lo fagocito. Bárbara, que todavía no puede creer lo que está pasando en su propia casa, no acierta a entender lo que su compañero Camilo (uno de los Carabajales, dueños practicamente del ritmo folclórico que se llama chacarera) le quiere decir sobre Francis que ahora se pasea muy juicioso por la habitación. Al final de la historia todos miramos a Bárbara muertos de la risa, a Bárbara, que lleva tan bien puesto su nombre, que es tan diva que ni su madre nunca podría opacarla, que se voltea para mirarme y con el mate en la mano preguntarme: ¿Te conté lo que me pasó el otro día con Juanes? (sí, ese mismo)

Escena final:
Buenos Aires es un tango, los porteños una música de bandoneón, esta ciudad es un mundo aparte que desluce de sobra a muchos otros, se necesitaría una vida entera para recorrerla toda y sólo un vistazo para querer hacerlo, se parece al lugar de donde vengo en eso de atrapar por medio del deseo, deseo al que aquí le sobran los motivos: la cadencia de todos los sonidos, desde una chacarera, hasta un "vos" suave pero decidido. Porque se está tan vivo aquí aunque la tristeza descanse a orillas de su tremenda historia... Juana llora cuando nos vamos y el contraste que siempre ronda a Buenos Aires se hace paradoja en su carita. Ahora Virginia subirá a al casa después de acompañarnos a la puerta y le contará un cuento de verdad para que se duerma tranquila, y mañana cuando Buenos Aires despierte no se acuerde (ni Juana ni Buenos Aires, esta última por fatal y tanguera) nunca más de nosotros aunque nosotros la llevemos desde ahora en el corazón y no podamos olvidarla jamás.

lunes, 1 de octubre de 2007

después del silencio


En un ataque de nostalgia sólo comparable con el que nosotros hemos sufrido desde que se separaron, los Héroes del Silencio se vuelven a reunir para darle sentido a su nombre y dejarnos como siempre (a nosotros que los queremos, que sabemos de qué hablan cuando tocan) sin palabras en la garganta, que ahora mismo sólo se puede abrir para gritar…

Desde una pantalla gigante unos ojos de felino miran todo el tiempo a la multitud, como vigilando antes de atacar, para cuando comienza la música ya todos somos su presa, entonces con la boca abierta y haciéndose agua, vemos a los cuatro integrantes de la banda silueteados detrás de otras cuatro pantallas, aparecen como la primera vez que los vimos hace 25 años, con el mismo gesto en el cuerpo que los dejamos hace 10.

Alguien a mi lado no puede contenerse y llora, a mi el cuerpo se me extiende, como siempre que escucho a Héroes sonar, por fin una guitarra eléctrica viene a componer el orden de este corazón de roca, harto harto de tanto sonido electrónico.

“Ya somos más viejos y sinceros, y qué más da, si miramos la laguna, como llaman a la eternidad de la ausencia” canta Enrique arrodillado a la multitud, en un gesto de resignación frente al tiempo, tiempo que nos ha pasado a todos, a ellos y a nosotros, aquietando las entrañas donde algún día rugió un monstruo con estas palabras que ahora cantamos con una voz más parecida a un ronroneo que a un rugido. Todo se resume así, todo allí pretende darle de comer una vez más a ese monstruo que la vejez ya ha domado.

Nadie podría explicar lo inexplicable que le da sentido a nuestros rituales, la magia es la misma hoy que hace diez mil años, sólo quien alguna vez la ha probado sabe de lo que hablo: es lo mismo un barómetro que un satélite, lo mismo la Galia Peluda que Buenos Aires, La Guerra Florida que la tragedia hecha canción y la nostalgia palacio. Unos cuantos (unos cuantos cientos) nos dejamos llevar hasta el fondo, completamos la ceremonia y hacemos lo que vinimos a hacer: volver la mirada atrás para ver cuánto hemos crecido.

domingo, 16 de septiembre de 2007

Pa'l sur

Marta Conti

En mi primer recuerdo yo estoy sentada en el salón y ella pasa por mi lado y se sienta al frente de la profe Gabi, ya llevábamos 15 días de clases, así que notar su presencia era normal, pero la primera vez que hizo una pregunta, yo supe por su acento que era hispanoparlante, y como siempre habló mejor que yo, desde ese día aprendí esos sonidos que parecían imposibles, imitando la forma en que ella los pronunciaba. Teníamos un grupo de toda la escuela con el que nos juntábamos en el descanso (en un ataque de nostalgia) a hablar español, había de todas partes ahí, pero la niña nueva era mucho más inteligente que todos nosotros y se empezó a hacer con los turkos para practicar el alemán, dijo ella después, pero como yo la conocí tan bien, supe siempre que tampoco era que le cayéramos muy bien. Un día como nos pasa a todos (aunque seamos muy inteligentes), la sangre pudo más, y en una visita que nos hizo un exalumno proveniente de su misma ciudad, la niña nueva se hizo con nosotros, recuerdo que yo pensé (no sin sorna) para mis adentros: yo sabía que más temprano que tarde ibas a caer. Después de un rato de estar ahí conversando con el otro cordobés, con todos y con ninguno, una israelita que se hacía con nosotros a escucharnos hablar dijo en perfecto español: hace frío, y por estas cosas del destino, la Marta y yo empezamos a cantar al mismo tiempo: estoy lejos de casa, hace tiempo que estoy sentado sobre esta piedra, yo me pregunto para qué sirven las guerras… la cantamos hasta donde nos dio la memoria, para cuando terminamos, ambas supimos, con la certeza saliéndose por nuestra sonrisa, que desde ese día nunca más nos separaríamos.

Ana Gozalbo

Un día un amigo me preguntó por la escuela donde estaba estudiando, dijo que tenía una amiga que venía de España y quería saber cuál era la mejor opción de estudio. Un par de semanas después recibí una llamada de Stefan; su amiga acababa de llegar y quería pedirme que la ayudara con lo de la escuela y demás temas sociales en ese país que no está hecho para los extranjeros, entonces la puso al teléfono, y para asombro de todos hablamos como media hora, quedamos de vernos al día siguiente después de las clases para hacer lo de su inscripción y como era mi tarde libre, conversar un poco. Al otro día al salir de clase un par de amigos me invitaron a tomar algo, yo estaba esperando a que Ana llegara, miraba todo el tiempo para la esquina cuando de pronto se abrió la puerta de la escuela y una muchacha con ojos y pelo negro, moños de puca, zapatos de Mafalda y una sonrisa de toda la cara, bajó las escalas sabiendo que yo era yo, así supe yo que ella era ella, nos tomamos el café con mis amigos por lo que la primera conversación que tuvimos fue en inglés, pero después nos quedamos solas y desde entonces no hemos parado de conversar.

Es bien sabido y está más que comprobado que entre inmigrantes los lazos emocionales necesitan mucho menos tiempo y esfuerzo para hacerse fuertes, en esa situación, los afectos no admiten medias tintas, y por alguna razón, se convierten en algo que posiblemente durará toda la vida, Marta y Ana fueron mi familia, mi cama y mi comida, mi calor en el invierno, lo mejor que me pasó cuando estuve afuera, con ellas pasé una guerra mundial, y puse a Colombia en su lugar, estaban conmigo cuando vi por primera vez nevar y entendí porqué siempre que se habla de belleza se traen a cuento los copos de nieve, con sus familias pasé las mejores vacaciones que jamás he tenido, a su lado canté hasta quedarme sin voz en un concierto y lloré de emoción viendo un circo, por ellas la decisión entre hablar bien Alemán y ser feliz se me hizo tan fácil, las llevo conmigo a donde quiera y todavía a veces las extraño tanto que me pongo a llorar. Con ellas leí en voz alta mi capitulo preferido de Rayuela, aprendí que la vida es una hortera y el mundo un quilombo y me di cuenta que che y puta madre, son palabras que se utilizan para casi cualquier cosa, aunque alcance a no decirlo, casi siempre lo que se me viene a la cabeza es un boludo o un gilipollas. Cuando voy a cine a ver películas argentinas o españolas me gusta cerrar los ojos y recordar como hablaban y pensar que por un par de horitas estuvieron otra vez conmigo.

Ahora me voy pal sur a encontrarme con ellas después de tantos años para con seguridad volver a sentir que “la patria es una fulana”. Me voy antes de que una montaña me aplaste y entonces yo comience a odiarla, me voy a respirar otros aires y sentir otras nostalgias, me voy, a ver si por fin regreso.

lunes, 27 de agosto de 2007

Epidemia de tristeza en la ciudad

Dicen las malas lenguas y un extraterrestre llamado Tobías, que se acerca el salto cuántico, ese que predecían los mayas es su calendario para el 2013, y que ahora dizque ocurrirá este año, lo que pasará después de esa fecha será motivo de investigación para el que esté interesado, aquí el asunto es lo que se supone pasa antes y que tal vez parezca de fácil predicción porque es bien sabido que antes del amanecer siempre el cielo está más oscuro que nunca. Sin embargo el parecido con la realidad parece más que una casualidad. Una tristeza regada por todas partes como si la hubieran puesto en las alcantarillas toca los límites apocalípticos, el desierto alcanza el más protegido rincón del corazón y ya ni las palabras ni las lágrimas alcanzan para deshacer tanto dolor.

Como en una historia de Ciudad Gótica antes de Batman, los padres violan a sus bebés, mientras la madres parecen haber abandonado su causa, un muchacho de 20 años con dos tragos encima y un arma en la mano, mata hasta a su novia porque un fulano le echa un piropo, en Bruselas se deshoja una flor, en Colombia Pirry no se contiene y nos muestra sin rodeos la perversidad de un ser humano que es capaz de concebir un arma que no pretende matar sino mutilar, torturar, romper el alma. El planeta parece darse cuenta y un terremoto nos estremece, tumba casas y deja no sé cuántos muertos a tan sólo unos meses de un tsunami que inundó el otro lado del mundo, los polos se derriten, en Buenos Aires nieva, agosto se quedó sin sol, y nosotros nos morimos de desamor y desolación:

Un niño está tirado en el piso, yo me bajo del bus en el que voy porque con el niño tirado en el piso no va a poder pasar, es raro que el niño no se mueva, la moto de un policía está también tirada en el piso a tan solo unos pasos, me acerco para ver que el niño está despertando de un desmayo, una vecina se acerca a él antes que yo, le habla, le coge la mano, yo casi sigo derecho, el niño parece estar bien, pero entonces por qué hay tanta sangre en el piso, me detengo, lo miro esta vez con detenimiento, respira con normalidad, tiene una cortada en una ceja, las manos pálidas, el bluyín roto en la pierna derecha, debajo una herida abierta, inmensa, un fémur desastillado…

No me puedo ir antes de saber que el niño tirado en el piso no se pone grave, ya hay un montón de gente y los policías tratan de contener el desespero de todos. Miro otra vez al niño, no se puede hacer nada, la herida es tan grave que es mejor dejarlo quieto, tocarle la pierna sería absurdo, es mejor esperar y chequear que esté conciente, mientras no pierda el sentido estará bien… pero la ambulancia se demora, allá arriba no existe Emi, el consuelo es que son los policías quienes llamaron a emergencias, pero a esa montaña no sube ni cualquiera ni tan rápido… en un gesto inconciente miro hacia abajo, deseando que por la esquina aparezca ya el auxilio, entonces reconozco a un policía que está a mi lado, fue quien atropelló al niño, es muy joven, se toca también la pierna derecha mientras unas gafas oscuras de mosca no dejan ver los ojos que ahora lloran… miro a mi alrededor para comprobar que nadie se da cuenta de que está llorando, nadie lo mira, nadie se preocupa por él, todos están pensando en el niño. Entonces el policía se acerca a un compañero que le pregunta qué pasó, él sólo dice que no vio cuando el niño cruzó la calle corriendo, su voz suena normal, no se quiebra, no disimula, no se corta, por un segundo creo que me he inventado su llanto… tal vez soy yo la que está llorando… entonces lo miro de frente, la nariz no se ha enrojecido, ni su respiración está agitada, sus manos no responden apartando las lágrimas que ahora caen a chorros por su cara, transparentes y tan silenciosas que ya a dos metros de distancia no se notan… pasa el tiempo y esas lágrimas corren sin parar en lo que parece ser un llanto incontenible de un alma adolorida atrapada en un cuerpo entrenado para soportar el dolor más grande…

La ambulancia llega por fin, el niño tirado en el piso todavía está conciente, los paramédicos lo atienden, su cuerpo se va a poner bien, a pesar de lo que ahora su madre desconsolada piensa… empiezo a bajar la loma sabiendo que es el desconsuelo el que se las arregla para llegarnos a todos, como una epidemia que se come al mundo… entonces veo al policía sentado en una acera solo, estoy lo suficientemente lejos para no poder estar segura, pero a pesar de la inexpresividad de su rostro, yo sé que robocop está llorando todavía, sigo derecho y sin embargo diez pasos mas adelante (todavía ahora), siento que debí haber hecho lo que mi corazón destrozado hubiera querido: sentarme a su lado y preguntarle: ¿qué te está doliendo más, la pierna o el alma? Pero me callé y como acaba de escribir Juan Mosquera para traer toda esta historia a cuento: “Quisiera haber dicho justo lo que ella necesitaba escuchar pero estaba yo tan lejos como puede estarlo un desconocido: a un nombre y un corazón de distancia”

martes, 21 de agosto de 2007

Lo profano

Hablando hace poco de Lo profano, escribí que para mí era como el lienzo para el pintor, el lugar donde libro todas mis batallas (que no son más que conmigo misma), es lo mismo que hace Saramago (guardando la enorme distancia y proporciones que me separan de ese señor) sólo que él se hecha sus discursos y cáusticas opiniones a través de la boca o pensamientos de un personaje que se supone no es real, por eso sus libros tienen títulos que contienen palabras como “ensayo” y cosas por el estilo. Así mismo, Lo profano es sólo mi verdad, pero no toda mi verdad, nada más mi verdad en un instante, que yo la tenga clara en ese instante es otra cosa… a mí me gustaría, por ejemplo, que lo que escribo se pareciera a El grito de Munch, o algún cuadro de los de Pollock y a veces a una canción de Juan Luis Guerra, me gustaría decir las cosas como las dicen Sabina y Bunbury, contar historias como las de Ángeles Mastretta, con la cadencia de Gabo y la genialidad de Cortázar y Borges… si pudiera, entre las cosas que le regalaría a la humanidad entera está eso que esta gente me ha dejado en el alma.

Porque las tristezas de este mundo loco nos agobian tanto y son tantas, saborearse un poco las palabras que lo describen ayuda. Por eso traigo aquí un trío de fábulas que no sé quién escribió, un día llegaron en un paquete que mandó alguien querido desde muy lejos (siempre he estado por preguntarle al remitente por el autor, me disculpo por no haberlo hecho, sobretodo con el autor) y que me han dejado ese sabor agridulce y encantador en la boca que Lo profano pretende, a veces sin mucho éxito. Buen provecho.


MONÓLOGO DEL BIEN

“Las cosas no son tan simples”, pensaba aquella tarde el Bien, “como creen algunos niños y la mayoría de los adultos.”
“Todos saben que en ciertas ocasiones yo me oculto detrás del Mal, como cuando te enfermas y no puedes tomar un avión y el avión se cae y no se salva ni Dios: y que a veces, por lo contrario, el Mal se esconde detrás de mí, como aquel día en el que el hipócrita Abel se hizo matar por su hermano Caín para que éste quedara mal con todo el mundo y no pudiera reponerse jamás.”
“Las cosas no son tan simples.”


EL BURRO Y LA FLAUTA

Tirada en el campo estaba desde hacía tiempo una Flauta que ya nadie tocaba, hasta que un día un Burro que pasaba por ahí resopló fuerte sobre ella haciéndola producir el sonido más dulce de su vida, es decir, de la vida del Burro y de la Flauta.
Incapaces de comprender lo que había pasado, pues la racionalidad no era su fuerte y ambos creían en la racionalidad, se separaron presurosos, avergonzados de lo mejor que el uno y el otro habían hecho durante su triste existencia.


LA FE Y LAS MONTAÑAS

Al principio la Fe movía montañas sólo cuando era absolutamente necesario, con lo que el paisaje permanecía igual a sí mismo durante milenios.
Pero cuando la Fe comenzó a propagarse y a la gente le pareció divertida la idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de sitio, y cada vez era más difícil encontrarlas en el lugar que uno las había dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba más dificultades que las que resolvía.
La buena gente prefirió entonces abandonar la Fe y ahora las montañas permanecen por lo general en su sitio.
Cuando en la carretera se produce un derrumbe bajo el cual mueren varios viajeros, es que alguien, muy lejano o inmediato, tuvo un ligerísimo atisbo de Fe.

lunes, 13 de agosto de 2007

Un hombre de verdad

Lo que dije en la publicación anterior tenía un poco de espuela, pero sobretodo de anzuelo, estaba esperando esa pregunta y me alegra que vos que tenés tan poquitos años (quizá por lo mismo) tengás las agallas para preguntarlo, esperar una respuesta, y como en este terreno te conozco, escuchar lo que hay para decir.

Pero antes de decirte qué es para mí ese a quién llamé un hombre de verdad, me siento en la obligación de aclarar algo más. Cuando dije que no estaba de acuerdo con el feminismo, la razón que mencioné eran sus, a mi modo de ver, poco impactantes logros, pero eso no significa, para los que lo creyeron (debido a lo que ya dije de la espuela), que esté en contra del movimiento, decir que el feminismo ha tenido pocos logros, no es un juicio de valor, es decir, con ello no quiero inscribirlo en las categorías de bueno o malo, es una mención de un hecho, comprobable por demás, y en el que reconozco que puedo estar equivocada y que desconozca estadísticas al respecto, (se le agradece al que las tenga, me las pase). La verdad es que los logros o fracasos del movimiento no son el punto; la lucha que yo persigo tampoco ha tenido logros contundentes, la justicia, la equidad, la igualdad de condiciones de derecho, no han mejorado casi nada desde que salimos del paleolítico y sin embargo, como una hormiga, que hace bien poco, yo permanezco ahí, dándole, como el cántaro al agua. El punto es que yo no me inscribo en el movimiento feminista porque no estoy de acuerdo con su principio fundamental: las mujeres somos iguales que los hombres; yo creo, defiendo, todo lo contrario: las mujeres y los hombres somos completamente diferentes, y es a partir de esa diferencia (como a partir del resto de las diferencias entre los seres humanos) que hay que encontrar la armonía, es decir, el ajuste, como los rompecabezas. Yo creo en la equidad, en la justicia, en la igualdad, más no en la uniformidad; la igualdad que prefiero es la de oportunidades y condiciones, quisiera que todos los seres humanos tengamos la posibilidad clara, sin excusas ni matices, de ser desde un banquero hasta un ladrón, pasando por cualquiera que se encuentre entre ambos y que sea el individuo, desde toda su preciosa particularidad quien decida, pero no las circunstancias las que lo condicionen, esa es mi búsqueda, pretenciosa, pero qué le vamos a hacer. Yo soy hasta de lo más optimista y creo que se puede.

Después de este intento de aclaración paso a lo tuyo: Para mí, un hombre de verdad tiene ojos que saben mirar (como en delirium tremens), por eso las mujeres que se encuentran con él, al cabo de cinco minutos ya no están haciéndose más preguntas, uno sabe lo que él está sintiendo, incluso cuando tiene miedo, incluso cuando está indeciso, es muy distinto saber con seguridad que un hombre está indeciso frente a nosotras, a estar preguntándonos si lo que le pasa es que está indeciso; un hombre de verdad no nos arroja al temible reino de la conjetura y la especulación, porque está preparado para algo como pedirte el teléfono y decirte que no te va a llamar porque está casi seguro de que no va a ser capaz. Al otro día una todavía tiene ganas (y esperanzas) de que llame, pero si no, no tiene que preguntarse (y en el proceso autocastigarse) qué fue lo que pasó. Ese hombre ha aprendido que es más fácil ganarnos que engañarnos, por eso aunque sabe que lo esperaremos siempre nunca dirá que volverá sino es cierto.

Este hombre ha logrado juntar sus partes. Su cuerpo, su mente y su corazón van siempre juntos, por eso es capaz de estar con varias mujeres al mismo tiempo y hacerle sentir a cada una que es la única. Sus lágrimas provienen de muy adentro del corazón, por eso es tan difícil que encuentren el camino hasta sus ojos, pero cuando lo hacen, un hombre de verdad es capaz de desatar el nudo en su garganta, y dejar que las lágrimas corran libres y serenas por su rostro.

Sabe que el amor es siempre la respuesta, y conoce el poder de la palabra que lo designa, por eso no la utiliza en vano, no habla de él a menos que su corazón, nunca su cuerpo, se lo pida, y cuando lo encuentra de verdad, es capaz de dejarlo todo por él, como un valiente caballero que se enfrenta a un molino de viento (con la misma locura, con el mismo miedo, con la misma posibilidad de perder). Ese hombre tiene los pies muy bien puestos sobre la tierra, y cuando nosotras estamos enredadas en la telaraña de las nubes que tejemos, él es capaz de decir basta, y con mano suave pero firme, desatar nuestros enredos.
Un hombre de verdad exige que la mujer que se lleva a la cama sea una buena cobija y almohada, a cambio, él está dispuesto a aprender de ella como si cada mujer fuera la primera mujer. Tiene brazos tan grandes, que abarcan todo nuestro mundo en un abrazo de complicad y complacencia y justo después de hacernos el amor, nos acaricia y nos besa como si nos acabara de conocer. Es capaz entonces de decirnos cuan hermosas, adorables, e indispensables somos sin que por ello sienta que pierde su dignidad, porque está seguro que no importa cuanto podamos elevarnos, él siempre será capaz de alcanzarnos, de conquistarnos, de rendirnos una y otra vez más. Y cuando se quiere ir, no desgasta nuestro amor hasta que seamos nosotras las que tomemos la decisión de terminar porque al final siempre se asegura de decir adiós en lugar de abandonar.

Hay muchos hombres así (o que están aprendiendo a serlo, como vos), yo conozco varios, a los que quisiera, pero no puedo, poner con nombres y apellidos aquí, para que se sepa, porque aunque son muchos no son la mayoría. Y Todos ellos, sin excepción, tienen mujeres increíbles, e increíblemente felices a su lado…

martes, 7 de agosto de 2007

Delirium tremens (la de Sabina y Páez)

Las estadísticas dicen que en cuestiones de igualdad los hombres y las mujeres no hemos mejorado mucho, ellos aseguran que sí, que desde que hubo revolución femenina su patriarcado se acabó y hay algunos que se atreven a más: esto siempre ha sido un matriarcado. Yo lo dudo, y como digo, las estadísticas me apoyan: en la mayoría de empresas a las mujeres se les paga la mitad por hacer lo mismo, estoy hablando de cualquier generalidad, pues si entramos en terrenos como los de la política nos vamos es pero jodiendo. Si ya ni en la cocina mandamos porque los mejores chefs son dizque los hombres, así como los mejores pilotos, los mejores soldados (siquiera), los mejores conductores, los mejores obreros, los mejores deportistas (cuando va a tener una mujer los honores, no digamos ya la plata, que tiene un Ronaldinho) y por supuesto, los únicos sacerdotes.


No soy feminista, aunque por lo anterior sea más fácil pensar que sí, no lo soy, entre otras cosas, porque creo que ese movimiento ha fracasado rotundamente, lograr que se digan las y los en casi todas partes me conforma tan poco como un mal amante, daríamos todas nuestras palabras, yo por lo menos se las regalaría todas a los hombres (y que en vez de la luna se dijera el luna), si ellos nos dejaran a nosotras el terreno de la cama, no siendo esto posible, me conformo con la llamada del día siguiente, pero ni a eso tenemos derecho pues precisamente al feminismo se le ocurrió decir que las mujeres podemos solas con todo (hasta con el amor), como los hombres, entonces quedamos en las mismas, porque el error no está en no reconocernos como iguales, sino precisamente en no entender la diferencia.


Señores, las mujeres lloramos por cualquier cosa porque tenemos el alma en la piel, los hombres en cambio muy adentro del centro del corazón, por eso sólo lloran cuando están despechados, o cuando cosas como el alcohol, ponen a circular lo poquito de estrógenos que tienen. Qué hacemos pues si las mujeres somos hormonales, y ustedes no saben lo difícil que es levantarse cada tanto sintiendo el corazón partido en pedazos sin saber por qué, eso da un mal genio que por supuesto no tendrían que pagar, pero les toca, resulta que para eso es la testosterona, para cargar cosas pesadas, como el mal genio (o las lágrimas) sin sentido de las mujeres. Pero también nos enamoramos a primera vista y a veces sin esperanza, de los feitos, los viejitos y los gorditos, reconstruimos ciudades cuando ustedes se van a la guerra y después los esperamos infinitamente como Penélope, lo resolvemos todo hablando (echando cantaleta y discutiendo entran dentro de esta categoría), seducimos y luego hacemos creer que nos conquistan, tenemos los hijos, inventamos chistes sobre el dolor, gritamos cuando nos duele y yo pienso que deberíamos tener derecho también a quebrar algún vidrio, patiar alguna puerta y de vez en cuando lanzar un tornamesa por el balcón.


Pero entonces es cuando sale un hombre (joven, que ni que tuviera 70 años) a decirme que lo que yo necesito es que me den picos, le faltó un poquito menos de educación y ternura, para decirme que lo que me hace falta es chuzo, yo me quedé mirándolo y sólo acerté a decir que después de que un hombre nos enamora durante tres días y luego nos dice que nosotras nos lo inventamos todo, o cuando antes de empezar una relación ya nos están diciendo en qué fecha se va a terminar, por no mencionar ese que nos dice que somos lo más parecido al amor pero que se casa con otra; una ya no quiere picos, quiere tirar piedras, dar patadas, lanzar cosas por el balcón. Pero en realidad, con todo el amor de que somos capaces las mujeres, le debería haber dicho: no querido, necesitar no es el verbo, las mujeres llegamos a una edad en que dejamos de necesitar para preferir, así que si de preferir se trata lo que yo prefiero no son picos, sino un hombre de verdad, lo que pasa, tristemente para mi, tristemente para vos, es que hace rato no me encuentro con ninguno.

miércoles, 1 de agosto de 2007

Amor y política

La primera vez que yo supe de Alonso fue cuando una amiga de la universidad estuvo por primera vez en mi casa y al ver la selección de libros especiales que siempre me acompaña muy cerca de la cama, cogió No nacimos pa’ semilla y ojeando la copia amarillenta que tenía en las manos pensó en voz alta algo así como: ¡este Pocho hombre!, yo le pregunté que quién era ese y ella me dijo, mi hermano, Alonso Salazar.


Yo tenía catorce años cuando leí ese libro, una profesora de historia nos lo puso a leer en el colegio, a los que quisiéramos, (son obvias las razones por las que la obligación no procedía en este caso) fue el primer libro de periodismo que tuve entre mis manos y ésa la primera vez que alguien me decía que los malos no son malos porque sí, parece obvio ahora, ahora que yo creo y defiendo a capa y espada el principio filosófico que dice que los hombres son buenos por naturaleza, pero en ese entonces fue toda una revelación, la primera de esas históricas que no se nos olvidan nunca, fue también la primera vez que sentí esa cosa que se llama responsabilidad social, creo que aunque no así, fue en ese momento y gracias al Alonso periodista y escritor, que mi ser político supo qué quería ser cuando grande.


Son estos los recuerdos que me vienen a la memoria mientras estoy parada frente a la Iglesia de la candelaria, donde toda la familia de Alonso se reúne para iniciar el recorrido que los llevará a La plaza Botero al lanzamiento de la campaña a la alcaldía por Compromiso ciudadano, partido que nuestro Pocho lidera al lado de Fajardo. Esa amiga de la Universidad hace tiempo que es más que mi hermana, ella no puede estar aquí porque es funcionaria pública, pero me manda para acá porque según ella, yo hago parte de la familia. Yo no sé hasta que punto eso es cierto, pero el título me halaga, pocas cosas yo rescataría con seguridad de esta nuestra cultura paisa, como la capacidad que tiene para acoger a los miembros de sus familias en un todo que crece junto, se acompaña, se sostiene, donde todo es de todos, incluso los patos que nos les atravesamos en el camino y no tenemos con quién celebrar las navidades. Así, de puro cuento de hadas paisa, es esta familia, los conozco hace más de diez años, y sé con seguridad que a Alonso le viene la honestidad y la capacidad de trabajo de El Papá, como le dicen los Salazares a don Carlos, ese señor con finura de arriero que ahora está llegando con doña Magnolia, La Mamá. Los dos juntos son como el centro por donde viene y va la sabia de ese árbol frondoso al que todos sienten que pertenecen por encima de las muchas otras cosas de la vida.


Inmediatamente un montón de personas que ya están ahí, se acercan para saludar a los viejos, me parece que hay muchos tíos-abuelos, todavía no llegan los hermanos, las que sí están ahí son las sobrinas, yo le ayudo a una a sostener unas pancartas que dicen: Alonso, tu familia te apoya, y Esto definitivamente tiene que seguir, mientras ella se las reparte al resto de familiares. La mona, una amiga de la familia como yo y que trabaja de lleno en la campaña es quien nos cuenta cómo va a ser la cosa: mientras todos llegan, qué tal si los familiares responden unas pregunticas a una cámara que supongo es de la campaña, sobrinos y sobrinas se quieren hacer los locos, a Los Papás sí no les queda de otra, al final todos dicen lo mismo, de la misma forma antinatural que no lo harían si no tuvieran una cámara grabándolos, a Alonso lo apoyan porque saben con seguridad, porque lo conocen, porque en esta familia otra cosa es inaudita, que es honesto, transparente, trabajador. Yo digo que también es porque partiendo de esa buena fe en los actos, aquí se le apoya a todos en todo.


Ya van siendo las cinco y una sobrina pregunta, si es que la familia no va a venir, yo miro a mi alrededor y no entiendo, hay un montón de gente con esas mismas facciones, todos igualitos, Salazar sin pierde, ella se refiere a los más cercanos, a las tías que llegan más tardecito, el tío que llamó y dice que cae a La plaza Botero, a los primos hermanos que la mitad están allá con Alonso, porque trabajan día y noche con él en la campaña, a cambio de nada, o bueno de lo que uno trabaja cuando es voluntario, experiencia, contactos, una causa justa y común, la convicción de que es lo que hay que hacer, porque es lo mejor.


Entonces hago el recuento y no sé si a los otros candidatos les iría tan bien con sus familias: una sobrina es la que se encarga de la página web, otra de la agenda, una de sus mejores amigas renunció a su trabajo para dedicarse a apoyar las comunicaciones, aquí hay una prima vendiendo las camisetas, una sobrina repartiendo pancartas que diseñó y acabó de terminar de imprimir, un cuñado toma las fotos, incluso otro sobrino, funcionario público, está aquí haciendo campaña, le pregunto por qué, me dice que él no va a hacer lo que todos, tirar la piedra y esconder la mano, él cree que Alonso debería ser el próximo alcalde y todos lo que lo conocen lo saben, no tiene caso entonces esconderse, no sé si estoy de acuerdo del todo con él pero seguimos conversando y me dice lo que no le parece del lanzamiento de la campaña, lo que él haría diferente, entonces me doy cuenta de lo más importante que pasa en esta caminata de familia, no estamos aquí porque queramos tapar el sol con un dedo y nuestro afecto nos haga pensar que Alonso es perfecto, yo misma tengo varias cosas con las que no concuerdo, pero sé que con Alonso puedo creer otra vez en mi derecho como ciudadana común y corriente de decírselo, de escribirlo aquí, y recibir una respuesta con argumentos, que tal vez me parezcan y tal vez no, pero que por lo menos no mienten, no provienen de la mala fe, de que como dice la cancioncita pegajosa de su campaña y que el sábdo su familia escuchó con orgullo, Alonso le pondrá a este gobierno unos ojos que por fin me ven, y eso, en este país de gafas verdes que no reconocen la ignominia en nuestros peores actos y nos ponen a todos de anónimos sin derechos que reclamar siquiera, es ya mucho decir.

martes, 19 de junio de 2007

Este año sí

Dentro de una semana cumplo 30 años, la gente más joven me pregunta que si ya siento la crisis, los que ya pasaron por ahí, conocen mi respuesta y más bien aseguran lo que yo presiento: las cosas se ponen mejores después de los 30. Por eso y por primera vez habrá francachela y habrá comilona para celebrar que llegué hasta aquí contra todas las probabilidades, esto lo entenderán quienes me conocen de los tiempos en que Andrés Caicedo era una revelación y yo estaba convencida de que la vida, si seguía por donde iba, no debía durar más de 25 años.

Por eso el primer regalo que pediría sería poder hablar conmigo cuando tenía 20, poderle decir a esa muchachita paralizada por el miedo a la vida, que las cosas ciertamente mejorarán y que lo harán a su debido tiempo, más temprano que tarde, de la mano de una brisa suave que sin más escándalos descubre todos los velos. Que finalmente la vida se convierte en una aventura apasionante por la conquista de nosotros mismos, casi siempre a través de el maravilloso encuentro con el otro. Pero ese deseo no me lo puede cumplir la vida, tal vez llena de razón pues seguramente esa niña no me creería, y como me saliera con una de esas cosas con las que yo solía salir, la mataría.

Pero ya entrados en gastos, qué importa seguir pidiendo, la ocasión lo amerita, son 30, y hay cosas que se vale seguir deseando aunque no sea posible obtenerlas, casi siempre porque dependen de la buena suerte o de la buena voluntad de alguien más a quien no tenemos el derecho y el sentido de obligar.

Sin embargo, si pudiera elegir, este año sí que hubiera alguien que cada noche me hiciera cosquillas en la cabeza antes de dormir, y una vez cada tanto, acariciaría mi espalda. Pediría también ir a cine con mi sobrino, tener parejo que se le mida a aprender a bailar tango conmigo y una semana recorriendo las calles y los café de Bogotá con mi mejor amiga. Haber tenido un hermano menor que no se casara a los 21, la posibilidad de una noche de fiesta con el mayor. La séptima parte de Harry Potter, un buen trabajo, una gran sorpresa a la vuelta de la esquina, unas pequeñas vacaciones cada año. Encontrarme con mis amigas de viaje en algún lugar perdido del mundo, todas al mismo tiempo y sentir que estos años no han pasado. Un concierto de Héroes del Silencio, una noche de San Juan y un beso en Venecia. Que la plastilina se pudiera comer, que Luis Pérez no fuera el próximo alcalde y que como dice la canción “no me acordase del terror que te di”.

Quiero que la vida no dure más de lo que debiera y que antes de que se acabe, todos a quienes amo, sepan cuánto los he amado. Quiero que ese amor que parece imposible encuentre el camino y las razones para llegar hasta aquí. Parezco muy pretenciosa pero es que es mentira que con los años se pierdan la audacia o la capacidad de ajustarse, aprender y transformarse, por eso yo sé que puedo pedir que el mundo, aunque sea el mío, el más pequeño, tenga ganas de cambiar por fin.

martes, 22 de mayo de 2007

Milonga de la soledad

La soledad es la mejor compañía, fiel como ninguna, imposible quererla una vez y no quererla dos, una vez que te concede todos tus deseos es inevitable no volver a buscarla. Comprensiva como la mejor de las nanas es el único camino del exceso que no se agota, imposible más libertad, imposible más paz, es el único amante al que uno puede serle infiel cuantas veces quiera, y al cabo de todas ellas regresar a sus brazos tan abiertos como silenciosos sus labios, ni un solo reproche le escucharás jamás, ningún juicio, nunca un no, nunca la suplica de que cambies, no habrá nada de ti que la pueda asustar. No hay lugar para conocerse mejor, ningún otro posible, porque sólo en su presencia podemos ser quienes realmente somos, a cambio no pide nada y si uno la sabe consentir, no hay nada que no tenga para dar, tan sólo conociéndola se puede estirar y encoger el tiempo a placer… y hablando de placeres, cuál de ellos no se experimenta si uno deja de combatir inútilmente con ella, no conozco ninguno. Fue mi primer amor, y no ha habido otro igual, aunque diga lo contrario, aunque la haya negado más de tres veces, no podría vivir sin ella, y a estas alturas me pregunto, ¿quién podrá superarla?

martes, 1 de mayo de 2007

Mensaje en el contestador

Me han cerrado tantas veces la puerta en la nariz que me quedaría ronca antes de terminar toda la historia, mucho menos si tenemos en cuenta que a mí gustaría contarla con pelos y señales. He visto portazos de todos los colores y todos los sabores y así mismo he pasado por todas las reacciones posibles que un ser humano puede adoptar ante el que considero uno de los mayores improperios de los que se puede ser víctima, y digo víctima por usar cualquier palabra que explique la relación causa y efecto ente un portazo y uno.

Al principio, cuando todavía adolecía, me daba por cogerla con el timbre, o sea, no entendí el mensaje, ¿Qué quiere decir que me cerrés la puerta en la cara?, mejor dicho, para mí esa no era una respuesta válida (todavía me cuenta entenderla como tal pero…). Después vino la época de dejar a la rabia hacer, era capaz de levantar cualquier puerta a patadas y a veces era tan literal, que cuando ésta volaba en pedazos, me recibía un ser humano indignado y muerto de susto que no se parecía en nada al que yo sentía que había perdido. En inglés existe la expresión precisa de lo que vino después, to get tired, que normalmente se traduce como cansarse, pero que en un sentido más literal sería como conseguir el cansancio, yo conseguí por fin después de muchas heridas el cansancio y cada vez que me cerraban la puerta en la cara, sin decir adiós, yo me quedaba un rato ahí mirándola, preguntando en voz baja por qué, esperando en vano una respuesta que todavía no ha llegado.

Un día se me ocurrió que debía ser yo y me partí en muchos pedazos tratando de encontrar adentro la causa de tal desolación, en esos días recuerdo que el solo hecho de que alguien dijera que iba a llamar y no llamara se convertía en una sensación insoportable de abandono y soledad (como si no supiera que los paisas dicen que van a hacer de todo, llamar, trabajar, madrugar, comprometerse, saludar cuando nos volvamos a ver, volvernos a ver, y luego no hacen nada de eso y tan tranquilos todos).

Han pasado mucho tiempo, cosas, lugares y personas después de eso, hice muy bien en alejarme un océano entero para juntar los pedazos otra vez, mucho amor y mucha buena compañía le devolvieron la dignidad a mi ser, la entereza vino de la misma energía que antes utilicé para partirme en dos el corazón y AHORA, lo escribo con mayúsculas, porque las puertas se siguen cerrando en mi nariz, pero yo tengo la inocencia justa para sorprenderme cada vez, la generosidad para entender que “no” también es una respuesta y el corazón enterito de amor como para dejar una nota (de despedida porque el camino es largo y las puertas no son buenos interlocutores) debajo de la puerta dando las gracias porque lo que soy yo, me la pasé muy bien.

martes, 24 de abril de 2007

Bodas de algodón

Las palabras se desbordan cuando el estanque se conmociona de tormenta, pero estando en calma, esas bandidas a la gravedad se resisten, caen unas gotas de llovizna y dos chorritos de pensamiento se derraman en este blog vanidoso, casquibano y vagabundo, que hoy ya cumple un año de vida, de regalo se dibuja una sonrisa en el corazón, ese que cada tanto, pretende aquí matarle el ojo a todos los que quiere llevarse a la cama de la complicidad y la vida pública, dicen por ahí que si todo lo que debiera ser público lo fuera, otro gallo cantaría, estos no sé cuantos días de Lo Profano han ganado esa apuesta, puedo dar fe ahora de que uno se da y termina ganando, amigos, solidaridad y compañía, sin ánimo de hacerlo se deja a la vida sin lugar a dudas, se vuelve uno más humano, la transparencia se cristaliza, y en lugar de hacerse frágil, se convierte en coqueta piedra preciosa, también la culpa acaba de quedarse sola, se exorcizan todos lo males, se inician los mejores diálogos, se vuelven elocuentes los silencios, los míos y los tuyos, querido lector, que si mal no estoy y no mucho ha cambiado, también eres mi amigo, por eso perdonarás que no comente los comentarios, que son los que son aunque no todos se compartan y me dejan tan perpleja que tengo que guardar silencio, qué puedo yo decirte que no te haya dicho cuando no me cayo, qué puedo yo decirte si cada palabra tuya es tan sagradamente profana como 50 de las mías, bienvenido entonces y bienaventuradas nuestras palabras, que sigan mucho tiempo sintiéndose contenidas aquí, que mi perplejidad no te apabulle, que no callemos cuando haya que hablar, dice Zaratustra que sería mentirnos a nosotros mismos, no faltaba más, que para eso es Lo Profano, porque profana es la verdad y mi verdad reside aquí, como ya te dije alguna vez, en ese espacio entre vos y yo, es decir, entre estas letras y tus ojos, el círculo entonces se completa aunque no haya sido esa la intención, porque esa es menos pretenciosa, más profana, sólo hacerle caso a Zaratustra y como hasta ahora, achicar ese abismo que nos separa.

martes, 20 de marzo de 2007

La tierra del olvido

Este fin de semana estuve en un concierto que se llamaba El abominable sonido paisa, y llevo un montón de tiempo descifrando por qué, cuando alguien dijo que gracias a dios no era paisa, a mi me dolió con un dolor de cortada de bisturí, un dolor insignificante, menudo y molesto, de esos que nos hacen concientes de partes de nuestro cuerpo que no sabíamos que estaban ahí, así fue el dolor que yo sentí, yo, que cada vez que puedo me escapo para dejar de sentir que las montañas de este valle se cierran sobre mí, me dolió a mí, que los hombres paisas me confunden hasta la histeria, que el acento de Uribe me sabe a excremento de caballo, a mí, me está doliendo que alguien de afuera venga y lo diga así, con el mayor desparpajo, sin el menor asomo de dolor, como si esta ciudad no fuera la suya… y es que no lo es, entonces yo guardo silencio y me quedo con la pregunta por el ardor que hace posible esa parte de mi que no conocía y empiezo a buscar la respuesta, respuesta que va llegando de a pedacitos, de la mano y la boca de tantos otros tan lejanos y dispares (como los que dan gracias a dios por no ser paisas) que cuesta atarlos en sus palabras, que al final se encontraron en un lugar común que también logré encontrar y que está dentro de mí.

Cuando me fui a vivir afuera, lo primero que sentí cuando dejé esta ciudad fue una gran sensación de libertad y el despertar de un ser que no se sentía particularmente incómodo en ningún sitio, y de la mano de esa ciudadana del mundo que me ocupaba, descubrí un mundo desconocido que ahora también me pertenece. Por esos días mi peor pesadilla la tuve una noche que soñé que no podía salir de Colombia y desperté agradecida sabiendo que dormía en una primavera que ya no era eterna.

Los fríjoles me vinieron a hacer falta mucho después de cinco meses de desnutrición y fueron bien reemplazados con una tortilla española y un asado de carne argentina, la arepa se convirtió más bien en un motivo de celebración cuando alguna vez podía disfrutar de lo que a estas alturas se había convertido en un manjar para un cuerpo acostumbrado a estas proteínas.

De Medellín extrañaba otras cosas, cosas pequeñas, el sabor del agua, el jugo de maracuyá, el contacto visual, el roce de una piel desconocida, cosas que también se fueron reemplazando, por la permanencia de la piel de los conocidos, la llegada al lugar donde todos te miran a los ojos y así sabes que es tu casa, la sopa tailandesa, la comida turka.

Pero un día que caminaba por el parque, de lejos me llegó una canción de Carlos Vives que retumbó en todas partes de mi cuerpo, de repente calentó mis venas y me recordó que por ellas corría una sangre roja y adicta a la vida, al final me encontré llorando con un corazón de tambor en taquicardia, un temblor tropical en mis manos, y un rubor primaveral en las mejillas. Ese día me di cuenta de que con el tiempo Medellín se había convertido en una herida, algo incurable excepto por la vía de la nostalgia, en un amor sin esperanza, irremediable y tormentoso. Medellín es un amante que de día tiene la piel dorada de verde y naranja y de noche su cabello se oscurece de un negro profundo con piel blanca y transparente. A Medellín no queda más remedio que adorarla con un ardor en el corazón que quema en el alma.

Es peligroso venir a quedarse por unos días porque esta ciudad es muy capaz de atraparte, los hay de muchas partes que han sido incapaces de irse de aquí y cuando por momentos han tenido que alejarse lo han hecho con lágrimas en los ojos y el juramento de volver en los labios, e increíblemente han vuelto, se han dejado bienestar, seguridad y esposas para venir sin dudas a la tierra del olvido, donde reina el caos, y la vida y la muerte bailan todas las noches un tango y una salsa. Hay quien dice que en la madrugada barren toda la ciudad, no para sacarle la mugre sino para levantar una bruma de “quereme” que enamora a todos los durmientes y vampiros que se dejan contener por esta ciudad que se ríe a carcajadas.

Eso dicen las malas lenguas pero la verdad aunque no menos mágica es mucho más simple y por ello más difícil de entender: Medellín te obliga a sentirte vivo… y si no es en la felicidad entonces será en la tragedia, te mantiene conciente de ese lugar de ti mismo que no conoces sino es porque te duele, es una ciudad tan primitiva que te devuelve al mito, la guerra aquí es entre dios y el diablo, entre la vida y la muerte y en la mitad nosotros, que pasamos del amor al odio tan fácil como de la risa al llanto, en una montaña rusa que nos pregunta por nosotros mismos todo el tiempo y nos mantiene despiertos en esta cosa que se llama vida.

domingo, 25 de febrero de 2007

Alaiena

Un ruido sordo, luego una gota de sangre roja en el piso blanco, después un bebé de 1.75 metros en mi regazo, el último gesto de pensamiento son mis manos sobre su cabeza que pretenden recoger sus recuerdos, que no desaparezca ninguno para que no sienta cuando vuelva que ha perdido algo, y el último retazo de imágenes se pierde para dar paso a un silencio absoluto de pensamientos. El tiempo se detiene. Y no termina de pasar. La película se está grabando en mis sentidos, porque después se repetirá en un loop incansable hasta que, quién sabe cuándo, se desgaste. Los pensamientos vuelven, alertan al cuerpo, ya debería haber pasado, pero empeora, entonces abro la boca para gritar, levanto la cabeza, unos ojos me miran, dicen que ya pasó, necesita respirar, la angustia se repliega, deja hacer, 175 centímetros de vulnerabilidad contra 155 de instinto en celo, vamos a ver quién gana, lo hace el amor cuando sus ojos me enfocan y sonríen aunque tengan miedo, ya pasó, aunque venga lo peor: su herida en el alma, nuestra impotencia, nuestra vulnerabilidad, nuestra soledad.

Menos mal el día está radiante, afuera el cielo es azul y el viento refresca, mientras duerme salgo al balcón. Siempre quise tener hijos, excepto cuando me tocó por trabajo cuidar un demonio de cinco años, que hizo que mientras no estuviera con él, cada vez que viera un parque infantil me dieran ganas de vomitar, pensé que no me recuperaría nunca, luego vino un angelito llamado Luca de casi tres años, que con su ronca voz borró todas las dudas, pero como dice Ende esa es otra historia que quizá algún día cuente. Y hoy, que me doy cuenta de que no estoy preparada para soportar el dolor de los que amo… miro a ese cielo, me guiña el ojo, nadie está preparado para eso, la vida se trata de que pase, y de que uno sólo pueda estar ahí, con toda su impotencia, con su propia angustia, con todo lo que es…

Entonces me vuelvo al lado de tu cama y te digo lo que le digo a mis sobrinos cuando se van, a Luca cuando jugaba en el parque, a mis amigos en silencio: Que mi amor te proteja, te cubra como una manta de elfo; que mi amor te libre que lo que es insoportable y te ayude a soportar lo que es inevitable, que mi amor te de la tranquilidad del que sabe con certeza que todo hace parte de un gran plan que tiene como único fin la felicidad. Que mi amor te acompañe siempre para que nunca te sientas sola aunque eso no te sea suficiente. Que mi amor nos baste.

lunes, 5 de febrero de 2007

Mobiliario

Ahora estoy más convencida que nunca de que la verdad se encuentra en ese espacio que hay entre vos y yo, pero todavía más, de que no tiene nada que ver con vos. Lo que yo siento cuando te acercás y lo que pienso cuando te vas es el lugar en donde reside mi verdad, ella está en mí cuando te experimento a vos, algo tan fuera de tu voluntad como el futuro. Así alguien puede transformar (acaso descubrir) parte de nuestra verdad, es decir, cambiarnos la vida, sin notarlo, tal vez (y con mucha sensibilidad) apenas sospechándolo. Alguien se va como llegó casi siempre sin saber que nos ha dejado como regalo una parte de nosotros mismos que no teníamos, y casi siempre también, aunque a veces el dolor de la ausencia no nos permita tenerlo tan presente, es esto lo que buscamos cuando nos encontramos con el otro.

Nadie sabe por ejemplo que alguna vez fui un ser silencioso. Cuando era pequeña, me limitaba a moverme mucho, curiosear de más, pero hablar poco, me guardaba lo que pensaba para mí, escribía y le contaba a mi ángel de la guarda por la noche, todo sin abrir la boca. A los doce años alguien me preguntó algo, me hizo una broma, y sin saber por qué, empecé a hablar y a reírme en voz alta. Juro que no recuerdo con exactitud quién fue, no tengo ni idea de cuál era el tema en cuestión, sólo recuerdo la sensación de que al tratar de llegar a otro, adentro un velo se corrió y me encontré con mi buen humor, mis argumentos, y mi voz. Desde entonces no he parado de hablar y por consiguiente de meterme en líos, por ello me han amado con corta intensidad y me han odiado con pasión, para luego, en ambos casos, olvidarme. A pesar de los reproches y las lágrimas, no he dejado de ser eso que encontré esa noche, porque ninguna de las puertas del laberinto que soy ha descubierto una verdad diferente. Cuando a veces traté con éxito de callar, hubo quien reclamara, los mismos que reclamaban silencio cuando hablaba, porque los pocos que decidieron quedarse, han aceptado siempre lo que soy y en el espacio entre estos y yo es donde encontré mi verdad sobre el amor.

Hace poco la voz se ha comenzado a desgastar y por un impulso de inercia había sido incapaz de callar cuando hablar costaba tanto, pero cuando había dejado de recordar que la verdad siempre viene de la mano del otro, llegó alguien que llenando ese espacio vacío entre los dos, habló de lo que sabe y lo que piensa, y sin mencionar nunca la palabra corrió la vieja cortina y abrió de nuevo las compuertas del silencio, ese que anda recorriendo ya los espacios, que mejor que hablar escribe, que vuelve a mis amigos íntimos ángeles, que se notará apenas, que es otra vez mi verdad, la misma que hará que nunca se entere quien la ha traído de que la ha traído.

Ahora podés irte y olvidarme, porque cada vez que yo me mire con placer en el espejo del que es otro, mientras guardo silencio te recordaré.

miércoles, 31 de enero de 2007

La Miscelánea es un Colectivo en donde como en todas las demás misceláneas, hay de todo. Nos trajo aquí la excusa del arte en función de la vida social, en una ciudad donde a veces es tan difícil vivir; la mayoría nos quedamos por la buena conversación de cada ocho días y con el afán de responder las preguntas más obvias llegamos hasta hoy, aquí mi parte del manifiesto que nos precede:

Manifiesto Miscelánico

No se admiten sapos, menos regalados. Ni curadores o vendedores, tampoco desapasionados o miedosos, fiscales, exclusivistas, exquisitos, sembrados de lechugas, falta del mínimo sentido común.

Tenemos opinión sobre las opiniones, posición, argumentos, paciencia, soberbia, tenemos sobretodo, artistas, ingenieros, comunicadores, escritores, marxistas, publicistas, junguianos, fotógrafos, metodistas, reservados, explosivos, enojados, de todos los estratos y sustratos, nos tenemos los unos a los otros.

Estamos hechos de esperanza, indignación, vísceras, tijeras, inteligencia, de comino rojo, magia negra, alma blanca y manos limpias de crayola y yeso.

Nos gusta la belleza, la teoría del color, las celebraciones, el té, la verdad, los cafés, los objetos inútiles, la poesía, las inauguraciones, los niños, la costura, la caligrafía, las invitaciones, los amuletos, las zucaritas por la mañana, los hombres y las mujeres, el amor y el arte.

Creemos en dios y en el diablo, en el voto y la libertad, en nosotros, en esta ciudad, en los imposibles, en la palabra colectivo, en el sentido y la búsqueda, en la sustancia de las cosas.

Somos la pregunta, el atisbo de respuesta, la denuncia, el "no puede ser", el "basta", el "tengo miedo". La risa, la ternura, la desprevención, la confianza. Somos amigos que cuidamos y enemigos en potencia de equivocarse.

Lo único que se puede esperar de nosotros, a lo que aspiramos, la única regla, lo único que se tiene la obligación de hacer es ser lo que se es, porque aquí se vale enojarse y dar varilla, también arrepentirse, irse y volver, estar y perder, incluso llorar, pero ojala no se valiera ser “me da todo igual”, porque la apatía es lo que nos sobra, ella es quién propaga la tristeza, es el vehiculo de la nada que se lleva lo que hemos construido.

lunes, 8 de enero de 2007

Balance

En estos días leí que uno no debería abrir una puerta si no está seguro de que sabe cómo cerrarla, quien lo escribió tenía razón, yo agregaría que toda puerta abierta que ya no se ha de volver a cruzar es mejor cerrarla, no vaya a ser que tantas puertas abiertas nos pierdan el camino, por eso este año 2006 que se acaba de acabar hay que cerrarlo, recoger lo que sirve, desechar lo que no, reciclar lo que más o menos, cerrar la puerta y seguir, que hay mucho camino hacia delante por recorrer.

Por eso aquí, en el espacio virtual que mejor me contiene paso a recoger mis bártulos, con toda la intención de seguir sin mirar atrás, no sin llevar conmigo lo que siempre ha de acompañarme, por ejemplo: el año pasado me puse a escribir y no es que antes no lo hiciera, pero siempre fue sólo para mí, este año me dio por salirme del closet y “publicar”, primero fue Lo Profano, que sin duda ha sido lo mejor de este año, nadie se puede imaginar todo lo que ha significado, todas las conversaciones, los comentarios, la gente nueva, la terapia que ha sido, simplemente maravilloso; después vinieron un par de cosas que me pidieron hacer para publicar y que supusieron ejercicios bastante productivos para quien esto escribe.

Me queda también para siempre Urbánicos, trabajar con los pelados fue el mayor de los retos de este año, el más grande esfuerzo emocional para dejarse cuestionar cada minuto por la realidad de otro que es tan otro, tanto por su condición de adolescente como por su condición social, y al final sentir que somos mejores que antes, tal vez de una manera sutil, imperceptible, pero ninguno de nosotros, los niños y los adultos, fuimos los mismos de antes.

Este año encontré a dos nuevas compañeras de viaje, Cris y Margarola, también se van conmigo; se quedan otros que no alcanzaron ni siquiera a ser amigos… me reencontré con un jefe con el que todavía estoy dándome espacios, reconocimientos que nos debíamos, sin embargo perdí a otro jefe, uno de los que más me gustaba, se terminó hace rato el duelo profesional y personal, se queda atrás la posibilidad de hacer cosas juntos y de hacernos amigos en el camino… me acompañarán los buenos amigos de siempre, que estuvieron tan presentes esta vez (en gran medida gracias al Messenger, bendito descubrimiento de los gringos), y los grandes momentos que compartí con ellos, como el cumple de la Martina, los mensajes periódicos de Ana, los saludos esperanzadores y reconfortantes de Jailtao, la vez que la Martuchi me llamó por teléfono a saludarme por el día del amigo en Argentina, mi amigo Sunfi que se apareció al final con ganas de quedarse un tiempo; los grados de la Beatriz, con una fiesta espectacular y un fin de semana en Bogotá rodeada de los mejores afectos, se quedan conmigo esos afectos; las salidas de buena conversación y buen baile con Alejo; Mauricio, el chaman que aparece en todas mis conversaciones, ese que no deja que me descarrile o me deschavete, se va conmigo mi Padre.

Me llevo los instantes que pasé con aquellos que la vida trajo sólo de paso, las risas que me regaló Manuel con su humor negro medianoche, los días del 2 al 6 de noviembre, los más apasionantes del año, con un príncipe azul de mentiras que al besarlo se convirtió en sapo, pero que mientras duró, me devolvió las mariposas en el estómago tan necesarias para la salud; el Encuentro Internacional Medellín 2007/ Prácticas Artísticas Contemporáneas, que desde que le vi el nombre supe que me iba a sacar canas pero que cuando por fin pasemos este duro parto será lo mejor que le ha pasado a esta ciudad en mucho tiempo (mucho más que la venida del rey de España, aunque Fajardo no lo crea); me llevo a Manuela que a pesar de la distancia es capaz de acompañarme y dejar que la acompañe.

No se pueden quedar por fuera las pequeñas cosas como la compañía que mi madre y yo hemos sabido darnos de vez en cuando, el descubrimiento del restaurante El Herbario; el profe con todas sus historias y su deseo, el Colombo y sus películas, el siempre Bunbury con Nacho Vega de regalo; el sexto y séptimo volumen de las dos series de libros que más me gustan…

(suspiro) Ahora sí, agarro mi morral lleno del amor que me profesaron y sobretodo del que me permitieron dar, que es el resumen de toda la lista que hay arriba, que no deja por fuera a nadie que debería estar y no está, que contra toda ley de gravedad no pesa nada y es lo que aliviana el peso de la ausencia de lo que se queda atrás, que es todo lo demás. Cierro la puerta, y antes de seguir miro atrás por última vez… tal parece que la vida sigue confiando en mí… me doy vuelta, emprendo el camino, sonrío, yo también sigo confiando en ella…