domingo, 19 de noviembre de 2006

Lo que te perdiste

Te perdiste el amor más bueno, el que ante todo ofrece amistad, y de ahí para adelante lo que se te fuera ocurriendo; te perdiste una buena compañía para hacer nada y disfrutarlo; un futuro juntos (que durara una hora, un día, o miles de años) llenándose con la historia del pasado que vivimos el uno sin el otro; el firme propósito de superarlo todo, mis manías y las tuyas; mi pecho levantado del orgullo que solo, te haría brillar; la fuerza para no dejarte caer nunca; la felicidad que no de pende de ti; el amor de los amigos que me aman, que te hubieran amado, que ahora te detestan.

Te perdiste mi visita de cinco días que le hubieran devuelto la vida a los 365 días de tu siguiente año; un fin de semana en una hamaca viendo llover afuera mientras mi cuerpo no necesita desnudarse más para cubrirte de calor; habrías podido dormir los dos días que lo hiciste, pero conmigo de ángel guardián de tu sueños para luego despertar y encontrarte con mis ojos que no te quitan la paz, que te dan la mano para volver a la realidad sin perder el alma; te perdiste una danza de mi cuerpo por cada canción que tocaras; miles de noches hasta las cuatro de la mañana rodeado de la suerte que a mi me bendice siempre; el deseo de estar con vos para cambiar mi vida, la decisión de cambiar mi vida para estar con vos; las mil canciones de Juan Luis Guerra que te hubiera dedicado, y quién sabe, con el tiempo, tal vez una de Bunbury.

Te perdiste de ser mi esperanza, de sentir de nuevo esperanza; de muchos días de sol y bastantes más noches de amor; de mi piel; de mi cintura; de mi nostalgia cuando no estuvieras, de mi sonrisa de pastel cada vez que te volviera a ver; te perdiste de sentir el tiempo que quisieras lo que sentiste la primera vez que me viste; te perdiste de mí, me perdiste a mí que sé lo que me perdí cuando te perdí antes de haberte ganado; te perdiste de no querer que fuera así.

miércoles, 15 de noviembre de 2006

Lágrimas de oro y cocodrilo

Entonces de esto se trata el amor: hacerse una chamba en el pecho, sacar el corazón con la mano, e ingenuo y sonriente ofrecerlo en un intento de salvar el abismo que nos separa de un otro que antes de darnos un beso ya nos ha devuelto a la vida.

La muerte se convierte entonces en ver como sigue latiendo sin pretexto ese corazón en la mano aun cuando queremos que deje de hacerlo y al fin descubrir mientras Calamaro brinda hasta la cirrosis por el amor, que estamos más vivos que nunca.

lunes, 6 de noviembre de 2006

Every time is different

Hace mucho tiempo no tenía esta sensación de querer estar con alguien todo el tiempo y la de que cuando no está, se solla uno las primeras dos horas y luego provoca arrancarse el pecho para que la agonía se acabe, se llama enamoramiento, pero es más un engolosinamiento, el amor poco tiene que ver, aunque haga parte del asunto, y siquiera, porque es el único que lo mantiene a uno medio cuerdo, es el que conjura la calma con la sabiduría del que todo lo espera y está tan ciego como para entregarse con confianza a la corriente sin pensar a dónde va ir a parar. Mientras tanto, la cabeza se vuelve algo así como la gotera en el techo que cae y vuelve a caer sobre la misma ponchera, haciendo el mismo sonido que uno ya no sabe si disfrutar o enloquecer, los recuerdos (si es que se le puede llamar así a las memorias de lo que pasó hace dos horas, o diez, máximo 48) vuelven una y otra vez, muy sonrientes ellos, renovados cada vez, dulces siempre, para traer cualquier sonrisa, cualquier gesto… (qué bellecita)… pero qué voy a ponerme a describir aquí la dulce enfermedad que está descrita de sobra en todos los libros y las canciones y los teatros, no hay nada más que yo pueda añadir que quien lea esto no haya sentido alguna vez, así que mejor parar aquí con el inventario de emociones chiquitas y sublimes pegadas de nada y mejor darle paso a los recuerdos que cada uno ya debe estar trayendo a su memoria, y que esa sonrisa que ahora está por salir dure toda la semana, que cada vez que en estos días el recuerdo de unas mariposas viejas en el estómago lo encojan, haya un brindis por mí, porque lo que siento no me sea exclusivo y aunque sea pretencioso, le sirva también a los que me rodean, a ver si así lo voy exorcizando. Por lo menos hasta que lo vuelva a ver.