martes, 11 de julio de 2006

Aufwidersehen

Se acabó el mundial, y como casi siempre, (hablo por los pocos que me han tocado), se va dejando un guayabo lúdico que tendremos que aguantar un par de días más, sin embargo no puedo decirle adiós sin hacer primero un balance personal (eso que quede claro).

Cosas buenas, muchas, el placer de ver buen fútbol en escenarios soberbios hechos a la medida de ese arte moderno que deja tan complacido al obrero que llevamos dentro, un templo adaptado con 25 cámaras para ritualizar todas nuestras primarias emociones, la pasión, la ambición de ser el mejor, el más fuerte, el más capaz, el miedo a perder, el más antiguo de todos nuestros miedos, la necesidad de encomendarse a los dioses, a la fortuna, a la magia que hace que un balón no entre cuando no debe entrar y entre en contra de todas las posibilidades.

Cosas buenas es que ecuador haya llegado hasta octavos y se haya ido dignamente del campeonato, cosa que Costa Rica y Polonia no pueden decir (me refiero a la dignidad), el buen fútbol de Argentina y España, la precisión de los alemanes, el juego limpio de Japón, la sorpresa de Australia, las ganas de Portugal, el uniforme de Italia, la manada de papasitos que hubo en todos los equipos. Bueno es que los Brasileros hayan preferido no ir a su país, y a los argentinos los hayan recibido bien en su casa, que Colombia no haya ido a hacernos pasar vergüenzas.

Triste, que México y Argentina se hayan quedado tan pronto, que los cuartos hayan sido tan disparejos como Argentina-Alemania, mientras que en el otro grupo se la jugaban Italia-Ucrania, que la final no hubiera sido Brasil-Argentina como yo hubiera querido, que España no hubiera podido superar su complejo histórico frente a Francia, que con la disculpa de que Brasil juega pensando en 7 partidos y no sólo en uno, nos hayan dejado con ganas de ver el juego bonito y pasaran por este mundial sin pena ni gloria excepto por Ronaldo y su record de goles hermosos. Que el mundial haya sido en Alemania y yo no hubiera estado allá, que no haya una mujer con pantalones en la FIFA, que ponga por reglamento y sin excepción a todos los jugadores a quitarse la camiseta cuando metan un gol, y en su defecto, en el instante mismo en que el central pite los 90 minutos.

Malo, malo, Zidane, que había jugado como siempre, como el dios azteca, que se despedía, que se dejó provocar por un Materazzi pescando en río revuelto, haciendo su papel. Los rumores dicen que el italiano le agarró la camisa, el francés arrogante le dijo que si quería la camiseta se la regalaba al final del partido, no se sabe qué le contestó Materazzi, las buenas lenguas dicen que él prefería quitársela a su hermana, la de Zidane, las malas dicen que algo sobre su origen argelino, Zidane le responde con un cabezazo falto de toda compostura, burdo, indigno, Bufon lo ve, le pone la queja al cuarto árbitro a quién le dice: tú lo viste y si no haces nada el video te delatará, paran el partido, el central habla con su compañero y segundos después sale corriendo tocándose el bolsillo, vemos venir lo que todos temíamos, le saca la roja a Zidane, nadie quiere creerlo, todos sabemos que se lo merece, antes de salir de la cancha Bufon se le acerca, lo obliga a mirarlo a los ojos, y le dice: lo siento, pero tú sabes que eso da roja, lo siguiente que nos dejan ver es a Zidane saliendo por el túnel, dándole la espalada a la copa. Aquello que será una leyenda cuenta que cuando entró al camerino se tiró al suelo y acurrucado lloró inconsolable.

Yo no me explico cómo pudo pasarle algo así a semejante señor, será que tal vez no lo era tanto, dejarse provocar por las palabras de un Italiano, es como dejarse apabullar por los ladridos de un pinche, cualquier insulto hubiera quedado resuelto con la certeza explícita de que el agresor no le llega ni a los talones al agredido, viendo la repetición del incidente uno adivina que fue un impulso, que sólo tuvo tiempo de desviar el golpe que iba a la cara, hacia el pecho, con una cámara especial que seguía permanentemente a las estrellas del fútbol esto no le alcanzó para salvarse de la sanción, la peor, en el peor momento, fue tan impactante que hasta los italianos quedaron desconcentrados, lo siguiente fueron balones a ninguna parte, desconcierto total. Se fue uno de los grandes, todavía hoy con la cara triste.

Ojalá y Zidane en el camerino haya llorado lo suficiente por todos los que lo admiramos y que queremos el buen fútbol, que no es el de buenas intenciones, porque ese no existe, utilizamos este juego precisamente para expiar nuestras peores conductas, pero sí el del aguante del caballero mítico, del guerrero que arremete contra su enemigo con elegancia, de ese enemigo a la altura que sigue adelante a pesar de todos los dolores, incluso los del alma y juntos nos hacen creer que lo que vemos es una bella coreografía a 25 toques con un final de fantasía donde el último fusilado se estira majestuoso en una pirueta imposible e inútil y nosotros podemos gritar a todo pulmón: Gooool.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola ana! Muy bueno tu blog, bastante ordenado y coherente. Copate y dale un vistazo a mi blog, de paso comentame como voy, porque lo arranque hace muy poquito. Saludos,

http://aguantamelafruta.blogspot.com/

Luk