martes, 12 de septiembre de 2006

Recorrer, recordar, recorrer, recorridos

El sábado pasado salimos con los niños de Urbánicos. Difícil para los que no están muy cerca saber qué es esto de los Urbánicos, pero a riesgo de matar toda poesía, les cuento que es un proyecto de visibilización de las expresiones juveniles con pelados en situación desplazamiento.

Hace seis meses, en un intento de cuestionarlos y cuestionarnos, venimos haciendo juntos el ejercicio de preguntarnos qué significa, en todo el sentido de la cuestión, ser ciudadanos, ser habitantes de esta ciudadcita. Todavía no sabemos la respuesta, por lo que esperamos seguir inventándonos proyectos a ver si un día llegamos a algún Pereira, o mejor, a algún Medellín; por ahora, apenas alcanzamos a saber más o menos en donde estamos parados, y dónde está esa ciudad y ese ciudadano que queremos alcanzar; falta trecho, todo el que nos imaginamos, pero entendemos también, más o menos, que ese es el sentido de estar aquí, en la ciudad y no en el campo, en el oriente o el occidente y no en el sur y que vivir es eso, entender por qué estamos aquí y luego movernos hacia donde queremos. Como el hipotético lector puede estar pensando, parece que nos ponemos metafísicos y nos desviamos de la cuestión vital: qué tiene qué ver ser ciudadanos, con saber qué estamos haciendo en la vida; pues resulta que nosotros los Úrbanicos pensamos que mucho, primero porque es que las preguntas fundamentales vienen por niveles, uno no puede saber qué es ser nada, mucho menos ciudadano, si primero no sabe quién es, qué hace o pretende hacer aquí; y ahí viene la segunda cuestión, y es que pertenecer a una ciudad significa por definición desempeñar un rol, entonces hay que saber primero quiénes somos para poder saber qué hacemos.

Así fue como los Urbánicos empezamos a soñar con ser un futbolista, una periodista, o un viejito feliz, y como sucede siempre, al contrastar esos sueños con la realidad se nos abrió un camino extenso por recorrer, y con la ayuda de los que ya han recorrido parte de él nos dimos cuenta de que es largo y duro, pero no imposible. Un diseñador de modas y un chef nos contaron que uno empieza a recorrer el camino en busca de un sueño y en algún momento, casi siempre, el verdadero sueño, el de la vocación, nos toca la puerta, parece que termina siendo él quien nos busca y no nosotros a él, y ahí vino lo otro importante, había tantas historias que no conocíamos, que nos empezamos a preguntar por el médico y el escritor, la enfermera y el cantante: ¿quiénes son ellos?, ¿qué buscan?, ¿cómo llegaron a ser lo que son?, y eso, ¿los hace felices?. Casi todos a los que les preguntamos coincidieron en que la clave está en hacer siempre lo que nos gusta, eso garantiza que lo hagamos bien y que seamos felices en el proceso de búsqueda, hay momentos duros, en que parece que nada tiene sentido, pero con un poquito de confianza, que normalmente se confunde con suerte, nuestros sueños y nuestra realidad terminarán acoplándose.

En medio de todo eso nos fueron entrando ganas de contarle esos sueños, esas historias que cada uno lleva, a toda esa ciudad que pretendíamos contener, y en un ánimo de conjurar los mejores augurios, aprendimos técnicas para pintar señales que nos permitieron comunicarnos con Medellín, decirle quiénes somos, y fue en ese recorrerla para contarle, para ocuparla con estrellas que encerraban nuestros mejores deseos, que nos encontramos con el otro distinto, con el pukero y con la prostituta, quisimos entonces saber si ellos también sueñan, y si se sienten parte de esta ciudad, o como nosotros apenas comienzan a preguntárselo. Descubrimos a esta Medellín bonita e impresionante en una calle y que en al siguiente, se vuelve estrecha y fría, pesada… por eso al final, los niños decidieron que lo que había que hacer, era alegrarla un poco, mimarla en un recorrido que la acariciara y le trajera un poco de amor, que parece que es lo que nos falta para entender que todos cabemos en la ciudad, nada más toca estrecharse un poquito para dejar estar al rockero y el cura, la pitonisa y el recién llegado, y hasta al extraterrestre que nadie entiende.

En poco más de 4 horas recorrimos la ciudad para hacerla nuestra y hacernos de ella; recordamos que somos iguales, que todos estamos en eso de la búsqueda de la felicidad y que nos merecemos el mismo grado de dignidad para poder buscarla; volvimos a recorrer nuestros sueños, los sacamos a pasear; y finalmente hicimos ese recorrido, aunque fuera por un día, que en días menos venturosos nos ha separado de los otros.

1 comentario:

Anónimo dijo...

también nos juntamos para encontrarnos en la diferencia