domingo, 15 de octubre de 2006

Saudade

Dice precisamente un portugués escritor de hace tiempo llamado Queirós, que la melancolía es la hermana menor de la tristeza, la más mimada y feliz, y yo creo que por eso, después del amor, es el sentimiento favorito de nosotros los que amamos con un amor que primero nos mata antes que morirse. Y es que en portugués no existe eso que en español llamamos “hacer falta”, en ese mundo precioso simplemente se siente nostalgia por el que no está presente, dirán algunos que es lo mismo, pero la diferencia sutil abre un abismo infinito de sentimientos. Cuando uno dice que algo le hace falta, está asumiendo de entrada su ausencia, la nostalgia en cambio es un sentimiento que se produce precisamente por no poder separarse de aquello que no está presente; decirle a alguien, como se dice en portugués, que uno siente nostalgia de él, o de ella, es confesarle que nos hemos rendido ante a la realidad de que ni la distancia hace que el amor desaparezca, de que el otro se queda tan ahí aunque esté tan lejos, y no verlo, sentirlo o escucharlo sólo hace que el amor se encierre en un capullo de nostalgia para protegerse de aquello que se supone acaba con todo: el tiempo y la distancia.

Por eso, después de oír a Madre Deus, si que no queda duda de que los portugueses saben de nostalgias más que nadie, el Fado, su ritmo más popular, es una música que con cada nota va un paso más allá (o adentro) de la tristeza pueril, y por eso no queda más remedio que llorar cuando Teresa canta sin moverse, su Suave tristeza, con un vestido largo de velos verdes y rosas rojas, como si fuera la misma voz de la melancolía de un Dios que después de parir al mundo se quedó solo con toda nuestra ausencia… y ahí mismo, recordar que la vida misma se trata en todo caso de ir perdiendo como dijo alguien alguna vez, una mujer seguramente, porque la nostalgia tiene nombre de mujer, sólo una mujer puede cantarla con tanta belleza y sólo quien se haya encontrado con su lado femenino puede entender que hay pocas cosas más emocionantes que cuando alguien, a quien queremos como sólo en la distancia se puede querer, nos sorprende diciendo por el teléfono: tengo saudade de você.

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