domingo, 25 de febrero de 2007

Alaiena

Un ruido sordo, luego una gota de sangre roja en el piso blanco, después un bebé de 1.75 metros en mi regazo, el último gesto de pensamiento son mis manos sobre su cabeza que pretenden recoger sus recuerdos, que no desaparezca ninguno para que no sienta cuando vuelva que ha perdido algo, y el último retazo de imágenes se pierde para dar paso a un silencio absoluto de pensamientos. El tiempo se detiene. Y no termina de pasar. La película se está grabando en mis sentidos, porque después se repetirá en un loop incansable hasta que, quién sabe cuándo, se desgaste. Los pensamientos vuelven, alertan al cuerpo, ya debería haber pasado, pero empeora, entonces abro la boca para gritar, levanto la cabeza, unos ojos me miran, dicen que ya pasó, necesita respirar, la angustia se repliega, deja hacer, 175 centímetros de vulnerabilidad contra 155 de instinto en celo, vamos a ver quién gana, lo hace el amor cuando sus ojos me enfocan y sonríen aunque tengan miedo, ya pasó, aunque venga lo peor: su herida en el alma, nuestra impotencia, nuestra vulnerabilidad, nuestra soledad.

Menos mal el día está radiante, afuera el cielo es azul y el viento refresca, mientras duerme salgo al balcón. Siempre quise tener hijos, excepto cuando me tocó por trabajo cuidar un demonio de cinco años, que hizo que mientras no estuviera con él, cada vez que viera un parque infantil me dieran ganas de vomitar, pensé que no me recuperaría nunca, luego vino un angelito llamado Luca de casi tres años, que con su ronca voz borró todas las dudas, pero como dice Ende esa es otra historia que quizá algún día cuente. Y hoy, que me doy cuenta de que no estoy preparada para soportar el dolor de los que amo… miro a ese cielo, me guiña el ojo, nadie está preparado para eso, la vida se trata de que pase, y de que uno sólo pueda estar ahí, con toda su impotencia, con su propia angustia, con todo lo que es…

Entonces me vuelvo al lado de tu cama y te digo lo que le digo a mis sobrinos cuando se van, a Luca cuando jugaba en el parque, a mis amigos en silencio: Que mi amor te proteja, te cubra como una manta de elfo; que mi amor te libre que lo que es insoportable y te ayude a soportar lo que es inevitable, que mi amor te de la tranquilidad del que sabe con certeza que todo hace parte de un gran plan que tiene como único fin la felicidad. Que mi amor te acompañe siempre para que nunca te sientas sola aunque eso no te sea suficiente. Que mi amor nos baste.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Vale por todo un repensar el adormecimiento del cuerpo jaula con su órganos de lagrimé, elevar un candoroso clamor colorido desde lo más húmedo del silencio.

Anónimo dijo...

ana.

leio (e sinto) estas tuas palavras (e sentimentos) como se estivesse eu em teu colo. sim. senti todo o amor que você ofereceu em palavras como se fossem destinadas a mim.
pelo que agradeço...

jailtao