lunes, 25 de febrero de 2008

Corazón de lagartija

La primera vez que lo vi fue en una clase de seis y tenía puesta la piyama (un buzo de Mickey Mouse y una sudadera recortada) con unas sandalias tres puntadas, no se había bañado y a mi me pareció hermoso aunque supiera que nunca lo iba a desear. Nos hicimos amigos un día, meses después de esa primera vez, en que un hombre me había roto el corazón y yo estaba tratando de que no se me cayeran los pedazos al suelo de una mesa al fondo del salón, y él llegó y me dijo: ¿me puedo hacer con vos? Desde entonces el corazón no se me volvió a caer mientras estuvo conmigo, aun ahora él recoge los pedazos, todos los hombres han pasado al olvido pero mi amigo se quedó para siempre en la memoria de mi alma.

Cuando llegó a mi vida yo todavía estaba encerrada en la iglesia que ya detestaba, donde me castigaron las monjas que me querían enseñar que ser diferente no era buena idea, me sacó de allí y me mostró el mundo con toda su crueldad, con toda la ironía de su dios, pero también con toda su belleza, aprendí con él a amarla, a perseguirla como un fin en sí misma, como una clase de inteligencia, me advirtió que algunos podrían llamarme superficial, pero que ninguno de ellos perdería oportunidad de sentarse en mi jardín, al amparo de una conversación con el más fino sentido del humor bañado por un buen vino y una exquisita comida. Sin embargo se dejó arrastrar siempre a mis profundidades y cuando sentía que nos estábamos ahogando los dos, me devolvía la piel mientras me señalaba al hombre más bello que jamás hubiera imaginado.

Lo compartimos todo, y yo fui la primera en la lista de su generosidad desbordada, nos dijimos todo, hasta lo que no se dice, y por eso no nos quedamos debiendo nada. La palabra “juicio” era una extraterrestre en nuestro mundo de confesiones sin fin, de la verdad y nada más que la verdad, por eso al final sólo me buscaba cuando su enfermedad no le hacía mentir.

Pasamos por todo hasta descubrirnos viejos, pasamos por todo y siempre nos quisimos, pocos (muy pocos) me han amado tanto conociéndome tanto, me han amado tan a pesar de mi, tan a pesar de él, por encima de tantos dolores y tan distintos. Éramos la princesa y el gamín, yo siempre lo dejé ser la princesa y por eso él siempre me quiso, porque conmigo siempre pudo ser lo que siempre dijo que quería ser: Paris Hilton, porque conmigo siempre fue lo que en el fondo quería ser: él.

Lo mantuve atado a la vida y lo que importaba en ella mientras pude, luego lo dejé ir y los dos nos quedamos un poco solos, pero siempre volvimos el uno al otro, siempre aquí adentro, como siempre, como ahora.

Se despidió de mí una noche en que nos dolía la barriga de tanto reírnos como solo nosotros sabíamos hacerlo y cuando nos separamos ambos supimos sin saberlo que esa era la última vez.
Me dejó un televisor, un DVD, sus películas y con ellos su más grande posesión, la única que yo hubiera querido, lo más imprescindible de todo lo que ambos pudiéramos dejar atrás, ahora yo me gané un ángel en el cielo con el que hablo todos los días, uno que ya no sufre ni me hace sufrir con su dolor interminable, un ángel que ahora solo sonríe y que se ve divino con esas alas.

8 comentarios:

Carmen Elisa dijo...

Ay Ana, aunque se que hoy tu luto es un homenaje a la vida, no puedo dejar de sentir la tristeza infinita de estos días en los que la muerte y el cansancio estrechan el círculo.

Un abrazo

juan dijo...

...a veces, sometimes, respirar no basta para sentirse vivo...

Anónimo dijo...

hoy con vos, como siempre
m.

Anónimo dijo...

Anita con vos,un abrazo mucachita, un abrazo de AMOR.

Claudia.

Anónimo dijo...

sus alas volvieron a el...un abrazo

Anónimo dijo...

Lo siento...

Anónimo dijo...

Me duele su ausencia.

Me reconforta su trans-figuración. ¡!Cuántas veces no añoramos a nuestro angelito de la guarda!!

Esta noche … y siempre, un beso para París Hilton

DO

Anónimo dijo...

caminar realmente junto a alguién es cuando te calientas con su recuerdo y charlas con todo menos con la boca.