miércoles, 17 de mayo de 2006

La musa es una mariposa amarilla que se llama Gaia, yo no sabía que así se llamaba la diosa griega de la tierra cuando la conocí, en ésta semana como en muchas otras, la densidad la espanta, toca serenarse y esperar a que vuelva a posarse en mi hombro a susurrar sus cosas, por eso esta semana no hay nada para decir, sólo algo que no es nuevo y que es mucho más que una opinión.

La última escena


Sentadas en cuclillas una junto a la otra, en medio de la oscuridad casi total un par de figuras se miran por primera vez. Iluminadas por la única luz proveniente del espacio vacío que separa sus cuerpos, y antes de desvanecerse completamente como todo lo demás, ella le dice a él en un susurro que no desea despertar al mundo nuevamente: Vino la nada y se lo llevó todo, tan silenciosamente que nadie se percató, sólo quedan los residuos de tu recuerdo que se hallaban en la esquina donde se encuentran la eternidad y el infinito.

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